Hemos escuchado repetidamente por parte de los diferentes representantes del Gobierno de Aragón, tanto presentes como pasados, la consideración que se tiene del sector agroalimentario como estratégico para nuestra comunidad autónoma. Desde luego que resulta gratificante escuchar algo que, además de evidente, ha sido reiterado por activa y por pasiva por las diferentes organizaciones y asociaciones agrarias y de la industria alimentaria en Aragón.

En los próximos días, desde nuestra asociación tendremos la oportunidad de dar nuestra opinión al respecto, por fin, al consejero de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente del Ejecutivo autonómico, Modesto Lobón, como sector directamente implicado. Aunque claro, después de haber escuchado durante tanto tiempo lo estratégico que es nuestro sector, podemos correr el riesgo de pensar que es suficiente solamente con decirlo. Pero no solo hay que decirlo, también hay que demostrarlo. Y de esto último, de demostrarlo, ha habido más bien poco en los últimos años.

Si hablamos de lo que ha ocurrido desde nuestra experiencia como asociación empresarial, en el 2007 elaboramos un Plan Estratégico para la Industria Alimentaria de Aragón, un plan que costó mucho esfuerzo, dinero y horas de las empresas del sector aportando su visión y opiniones --que además recibió también un importante apoyo institucional en su elaboración--, y que, desgraciadamente, ha debido de estar desde entonces sepultado entre facturas en algún cajón del Pignatelli.

Tampoco ayuda a darle crédito, la verdad, que se diga que un sector es estratégico y que en el periodo 2010-2012 la inversión pública de la comunidad autónoma en Promoción Alimentaria vaya a reducirse en un 65%, siendo, como es este, un aspecto crucial para uno de los principales objetivos que cualquier política agroalimentaria debe poner en primer plano: que los productos sean reconocidos por los consumidores y tengan la oportunidad de ser elegidos en el punto de venta.

Por tanto, sí, claro que es estratégico, pero no corramos el riesgo de pensar que con decirlo está ya todo hecho. Llevamos cinco años de retraso. Ya no es tiempo de decir, es tiempo de hacer.