Mientras en las calles de España decenas de miles de personas protestan por el derecho a unas pensiones dignas, el pasado martes el Gobierno de Angela Merkel volvió a subir las prestaciones a los jubilados alemanes: el 3,59% en el Este y el 1,9%, en el Oeste. Sin embargo, el sistema de ayudas a los jubilados alemanes dista de ser ideal. Se apoya en tres pilares: el primero se refiere a la ayuda obligatoria que el Estado presta a los pensionistas a través de los impuestos de los contribuyentes; en un segundo plano están las pensiones que las empresas ofrecen a sus trabajadores -no son obligatorias, pero las rebajas fiscales que el Estado permite a las compañías hace que esta vía, que ya eligen el 60% de los trabajadores alemanes, sea cada vez más popular-, y, por último, el sistema también se sirve de los seguros privados.

Aunque la edad de jubilación en Alemania está fijada en los 65 años, se incrementará gradualmente hasta los 67 años en el 2029, una ampliación pensada para contrarrestar el envejecimiento de la población. España hará la misma transición hasta el 2027. Según datos de la OCDE del 2016, en Alemania los jubilados reciben como prestación el 51% de lo que fue su sueldo, uno de los porcentajes más bajos de la UE. Aunque en España es del 82%, el Gobierno dice que estas prestaciones caerán hasta el 50% cara al 2060.

A diferencia de España, la potencia económica europea puede aumentar unas pensiones públicas que históricamente han sido más bajas gracias a la mejora de los salarios, la ocupación y un superávit que el año pasado llegó al récord de 36.600 millones de beneficios. Pero aunque la renta per cápita es mucho mayor en Alemania, su pensión por jubilación media es 1.003 euros anuales, mientras que la española llega a los 1.077 euros.

En Alemania no existe un máximo o un mínimo a percibir, sino que la pensión se calcula a partir de lo que el trabajador ha aportado a las arcas públicas a lo largo de su vida laboral, de su salario anual. Así, aquellos que han tenido empleos más precarios también tendrán una ayuda más baja. La creciente desigualdad de la sociedad alemana se traduce asimismo en las pensiones.

Esa disparidad ha afectado especialmente a dos sectores. El primero es el Este. Aunque ya no hay muros físicos, Alemania sigue dividida por sus condiciones económicas. Los antiguos estados comunistas son más pobres, viejos, con más paro y menos oportunidades laborales. Eso se refleja en las pensiones.

Reducir la brecha

En el 2016, el Oeste recibió una prestación media de 985 euros mensuales, mientras que en el Este fue de 810 euros. Para corregir esta situación, el Gobierno puso en marcha una ley para alinear las pensiones de las dos Alemanias cara al 2024 y que no haya diferencias. Con el alza de las pensiones del pasado martes (del 3%), las prestaciones en el Este ya representan el 95,8% de las del Oeste. En esa línea, Berlín aprobó en el 2016 la mayor subida de pensiones en 23 años.

Según un informe reciente de la Fundación Hans Böckler, Alemania tiene en las pensiones la segunda mayor brecha de Europa, de hasta el 53%. Así, las mujeres cobran de media del sistema público 713 euros, mientras que los hombres obtienen 1.082 euros. En el caso de las pensiones de las empresas, la distancia es aún mayor y cobran 240 euros mensuales mientras que sus compañeros reciben 593.

En el 2016, el 22,8% de la población alemana era mayor de 60 años, la tercera más longeva de la UE después de Italia y Grecia, mientras que se estima que en el 2030 ese colectivo ya supondrá el 35%. Ese modelo hace que, si no se tiene un seguro privado y ahorros, los jubilados más vulnerables quedarán expuestos a la pobreza. De esta forma, el número de pensionistas que necesitan seguir trabajando en empleos precarios para subsistir ha crecido el 22% desde el año 2010.