El pasado 9 de noviembre se celebró el Día Internacional del Inventor. Sin ellos, el mundo tal y como hoy lo conocemos sería muy diferente y estaría mucho menos avanzado. Todo comenzó con un pequeño grano de arena, una pequeña mejora que, poco a poco, con el paso de los años, siglos y milenios, se ha ido perfeccionando hasta llegar al presente, en el que el efecto de bola de nieve o de cadena no para de crecer. ¿Lo mejor? Que no se para de innovar y eso es muy beneficioso para la sociedad.

Se conmemora el 9 de noviembre porque en esa fecha, en el 1914, nació la ingeniera e inventora Hedy Lamarr, que creó el espectro ensanchado, una técnica de modulación empleada en telecomunicaciones para la transmisión de datos digitales y por radio. Como curiosidad, su primera aplicación iba a ser militar, ya que la patente se le concedió durante la Segunda Guerra Mundial y pretendía poder lanzar torpedos contra submarinos alemanes sin que pudieran ser detectados. Además, se le considera la precursora de los sistemas de comunicación por radio y sentó las bases del sistema Wifi y de la telefonía 3G.

Viviendo el presente, parece que antes se inventaba más. Cunde el pensamiento de que no van a llegar inventos tan trascendentales para la historia como la bombilla, la rueda o Internet, pero cada día se registran miles de patentes en todo el mundo que, en mayor o menor medida, contribuyen a la que la bola de nieve siga creciendo. En cuanto a las patentes en vigor, según datos del 2013, España se encuentra en el noveno puesto del ranking mundial. El podio está formado por Estados Unidos, Japón y China. De todos modos, el país nipón viene registrando más patentes por año, por lo que poco a poco se va reduciendo la diferencia.

Ahora, ¿cómo podríamos vivir sin, por ejemplo, Internet, la televisión, electricidad, el teléfono, el automóvil, la rueda o la penicilina? Y los que se escapan de esta lista son iguales o más importantes. Lo mejor es que todos los días, cientos de inventores se esfuerzan por seguir beneficiando a la sociedad.