Basada en un libro de Chuck Palahniuk, Asfixia medita sobre dos de los temas favoritos del autor: la búsqueda de una figura paterna y el impulso atávico que el hombre tiene de practicar la agresión antisocial. Para Victor (Sam Rockwell), el vehículo para ello es el sexo desbocado y compulsivo. Tanto él como la historia tratan de ser transgresores y corrosivos, pero su desgana se lo impide. La película espera admirarnos con su imaginación subversiva, su nihilismo y los dardos que lanza a la religión y las filosofías de autoayuda, a través de una colección de viñetas unidas por la figura de un hombre cuyo corazón se rompe bajo el escudo del sarcasmo y la indiferencia y que, para reclamar cariño, interpreta un papel en el trabajo, ante su madre chiflada, en las escenas que dan título a la película. Después de todo, la búsqueda de identidad es un tema típico en Palahniuk, autor cuyas ideas siempre han sido mejores que sus narraciones. Asfixia demuestra que, a menos que sean traducidas a la pantalla por un cineasta audaz --David Ficnher en El club de la lucha,-- esas ideas no lucen más que las de la típica película de Sundance. N. S.