La Edad Media ni fue tan oscura ni tan bárbara ni tenebrosa ni incivilizada como tradicionalmente se ha explicado. Más de mil años de historia, los que van desde la decadencia del imperio romano en el siglo V a la reforma protestante del XVI, son muchos años para reducirlos a una idea preconcebida de decadencia que no responde a la realidad de un momento en el que se produjeron grandes cambios políticos, económicos y culturales que dieron lugar a importantes talentos artísticos y progresos intelectuales. Ahí están, como muestra, la construcción de inmensos castillos y catedrales, y la creación de grandes universidades; la elaboración artesanal de preciosos objetos para las esplendorosas cortes reales y la poderosa Iglesia; la regulación del comercio y el nacimiento de los parlamentos. Y, ahí están, también, los cimientos de la Europa moderna.

Y en eso, en explicar esa visión más luminosa y rica de un periodo que fue de continuidad aunque con permanentes sacudidas y en su legado actual, se centra Los pilares de Europa. La Edad Media en el British Museum. Una exposición que arranca, de manera buscada y provocada, con una explosión de color para ilustrar la idea que propone.

Un color que sale de tres de las piezas más bellas y sobresalientes llegadas desde el museo londinense: un trozo del pavimento de cerámica vidriada del siglo XII que decoraba con animales fantásticos la abadía de Halesowen (Inglaterra); unos pequeños pero exquisitos vitrales circulares alemanes del siglo XV, y una ornamentada cruz procesional española de plata dorada y esmalte realizada en el mismo periodo. «Una introducción que es una inmersión en un mundo de belleza y de color totalmente inesperado», a juicio de Elisa Durán, directora adjunta de la Fundació La Caixa.

La muestra, que hoy se inaugura en la sede de CaixaForum en Barcelona, llegará a CaixaForum Zaragoza el próximo 13 de julio, donde permanecerá hasta el 22 de octubre y está llamada a convertirse en una de las exposiciones estrella de la temporada en la capital aragonesa.

EXQUISITA FACTURA / Son solo tres de las 263 obras que reúne la muestra con el objetivo de exhibir la riqueza cultural y material de las élites dirigentes, y presentar cómo era la vida urbana y cortesana del momento, así como la manera de ejercer el poder real y eclesiástico. Estas y otras 241 piezas proceden del Museo Británico, el resto llegan desde el Museo Arqueológico Nacional, del MNAC y el Museu Marès. Estos son, la mayoría, tallas religiosas o retablos, que hacen de contrapunto a las piezas del Museo Británico, centradas en el centro y el norte del continente, y dan la perspectiva de los pueblos del sur.

La selección de las piezas que han viajado desde Londres es importante e incluye obras que raramente se muestran y obras que nunca salen de su hábitat habitual, como El ajedrez de Lewis, cuyo rey es la pieza clave de la exposición y la preferida de Lambert. El juego data del siglo XII y su origen es noruego. Sus piezas están talladas en colmillo de morsa. Su perfecto estado, antigüedad y belleza lo convierten en un objeto único. También es único y tampoco viaja nunca la Estatuilla de un caballero (1375-1425), una pequeña rareza de piedra que posiblemente representa a San Jorge.