Después de mucho pensarlo decidió ubicarlo en un lugar no real, en una "unidad habitacional" llamada Villa Miserias que "funciona como un microcosmos" y "ver qué pasaba con los personajes". Sin embargo, los paralelismos con la realidad y con el sistema político que vivimos son más que evidentes: "Obviamente, hay ciertas referencias a la realidad, ciertos rasgos de la realidad deformados en clave de sátira", explica el mexicano Eduardo Rabasa cuya primera novela, La suma de los ceros (Pepitas de calabaza) presentó esta semana en la librería Cálamo.

QUIETISMO EN MOVIMIENTO

El libro se sitúa en Villa Miserias, una ciudad cualquiera de un país indeterminado de América latina en el que Max Michels se enfrenta al poder y su nueva ideología, el quietismo en movimiento. "Retrata los rasgos de un ambiente, de la mentalidad de una época en una clave distinta", asegura su autor que ha ahondado en la novela sobre la idea del poder: "A mí me gustan mucho los conceptos de poder como el de Foucault que no lo ve como una cuestión unidimensional y solamente represora sino más bien como una especie de juego a veces un tanto perverso que proviene de muchas fuentes", arranca su explicación el autor licenciado en Ciencias Políticas que sigue dando ejemplos sobre las relaciones de autoridad: "O conceptos como el de Nietzsche que dice que todas las relaciones son de poder, incluidas las de pareja, amistad o familiares. Y en ese sentido, en este libro, quizá hay una crítica al sistema, a las instituciones...".

Algo muy evidente en La suma de los ceros (el título tampoco es casual ya que bien puede aludir a la suma de todos los excluidos del sistema) que aborda también la complicidad: "Uno de los libros de teoría política más importante explica que no hay ningún ejército que pueda tener subyugada permanentemente a una población, siempre tiene que haber un grado de complicidad de una gente que vive en el sistema. Eso es especialmente cierto en Occidente porque no son sociedades abiertamente autoritarias sino que vivimos en una democracia liberal. Quizá no lo equipararía la complicidad del poder de los ciudadanos con el gobernante pero sí hay una cierta responsabilidad de la gente en el estado de las cosas".

Llegados a este punto, Rabasa insiste en explicar algo que sucedió en su país hace una semana: "Se filtraron unas grabaciones en las que el presidente del Consejo Electoral se refiere de manera racista a un líder indígena. Todo el mundo se indignó, pero México es una sociedad tan sumamente racista en el ámbito privado que es un poco hipócrita condenar eso cuando la mayor parte de la sociedad lo reproduce a un nivel más pequeño". Algo que lleva la conversación directamente a la gran política: "No solo eso es el poder, también existe en las relaciones microscópicas y eso se ve también en la novela". La misma tiene dos grandes ejes, "el político y esa fascinación erótica del protagonista que queda sujeto al poder de la chica, me interesaba que Max estuviese totalmente sometido al poder de una mujer, de la seducción e incluso a una relación amorosa".

Para ello, Rabasa ha construido una novela en la que nada es inocente. Ni la prosa empleada. "El entorno en el que ocurre la historia es un espacio opaco, un tanto gris, con un discurso en apariencia desideologizado, como muy aterrizado en el individuo, egoísmo, en el afán de lucro. Dado ese entorno no me parecía, ni me creía con la capacidad, intentar que fuera una prosa florida o rebuscada o cargada de imágenes sino que me interesaba intentar que la prosa fuera un reflejo de ese entorno".