La imponente estación de Canfranc, antaño internacional, erigida en el angosto valle pirenaico del río Aragón, ha abandonado el olvido al que la han condenado durante décadas y reivindica su tren, su entorno y su encanto aprovechando el estreno de la película de Kenneth Branagh Asesinato en el Orient Express.

Este clásico ferrocarril que inspiró a Agatha Christie en la novela que posteriormente dio lugar al largometraje no ha viajado esta vez hasta Estámbul sino que el pasado sábado se detuvo en la estación de Canfranc en un viaje promocional especial del que disfrutaron alrededor de 150 afortunados, entre los que predominaban amantes de los trenes llegados desde distintos puntos del país. Entre ellos, unas tres decenas de pasajeros ataviados al más puro estilo de 1928, fecha en la que se abrió por última vez este paso internacional entre España y Francia, cerrado desde 1970 y a la espera de su reapertura.

Y es que ambas líneas de ferrocarril -el Orient Express y el Canfranero- comparten un mismo halo de misterio: en un caso, un asesinato del que todo el pasaje es sospechoso; en el otro, haber sido un lugar por el que han discurrido algunos de los momentos más oscuros de la historia reciente: ya que ha concentrado espías, ha visto ondear la esvástica y ha visto pasar el wolframio español que Franco suministraba a Hitler y el oro con el que el Führer le recompensaba.

Pero no solo eso, si no que los cines aragoneses han organizado campañas que aprovechando el filme promocionan también la estación pirenaica: Cinesa organizó un concurso para el viaje; Comedy Central hace una campaña en TV que comienza hoy con 36 espots. Y Zaragoza Urbana (Aragonia y Palafox) y Cinemundo en Huesca pone a disposición del público palomiteros, posters y cupones de participación para ganar un fin de semana largo en Canfranc.