¿Qué aporta en el 2017, en el cine digital, un filme como el de Guy Ritchie? Pocas cosas. Ritchie es cualquier cosa menos un cineasta comedido. A veces le ha funcionado. En otras, no. Ahora que lo creíamos algo restablecido gracias a sus irónicas aproximaciones a Sherlock Holmes y los agentes de CIPOL, Ritchie vuelve a las andadas de la desmesura y la falsa provocación, de la imagen recargada y ampulosa (la cámara aplastando a los personajes en primer plano mientras corren por las calles) y el artificio que ya no es moderno.