AUSCHWITZ

AUTOR Laurence Rees

TRADUCCION David León y Luis Noriega

EDITORIAL Crítica

PAGINAS 439

PRECIO 24,90 u

El 27 de enero de 1945, la vanguardia del Ejército soviético liberó el complejo concentracionario de Auschwitz-Birkenau, en el sur de Polonia. Coincidiendo con este 60 aniversario, el periodista Laurence Rees, conocido por sus documentales para la BBC, ofrece en Auschwitz (cuya traducción televisiva se emite hoy en TVE-1, a las 23.00 horas) la historia de esa fábrica de muerte a través del testimonio de verdugos y víctimas. A falta de las voces de los que perecieron y de los que han guardado silencio, la obra invita a conocer a algunos de sus protagonistas y sus espeluznantes historias.

EL CONTABLE

A los 22 años, Oskar Groening se encargaba de registrar el dinero de los reclusos que llegaban a Auschwitz. Cerca de 30 millones de marcos fue el beneficio neto de los 40.000 esclavos facilitados a las empresas privadas, como la fábrica de caucho Buna, de la empresa I.G. Farben. Aunque a veces protestó por la crueldad innecesaria, a Groening el programa de exterminio le parecía positivo. Reconoció su participación en actos de corrupción y robo, generalizados entre los miembros de las SS. En 1944 dejó el campo a disgusto: "Auschwitz propiciaba amistades que, hoy en día, sigo recordando con agrado". Por eso nunca pensó en desertar. Después de la guerra vivió la experiencia de pasar todo un año detenido: "Descubrí así que había estado en una organización criminal sin haberme enterado siquiera de que me había unido a ella". Al contrario, para Groening la experiencia que adquirió en las Juventudes Hitlerianas y en las SS le ayudó a desempeñar mejor su trabajo como jefe de personal en una fábrica de vidrio durante 40 años: "Desde los 12 años aprendí mucho sobre disciplina". Nunca se sintió culpable y, lo más sorprendente, la nueva Alemania tampoco lo trató como a un criminal. De los 6.500 miembros de las SS que trabajaron en Auschwitz, sólo 750 recibieron algún tipo de castigo.

ROMEO Y JULIETA

La ideología racial de los SS, que consideraban un delito las relaciones sexuales con las razas inferiores, impidió la violación sistemática de las presas judías. Los abusos existieron, pero el episodio más sorprendente fue el de Franz Wunsch, enamorado de la judía eslovaca Helena Citrónová. En la celebración de su cumpleaños, Helena fue obligada a cantar y su voz sedujo al rudo SS. Franz la protegió, la miraba con dulzura, le enviaba galletas e incluso le escribía notas que decían: "Amor. Estoy enamorado de ti". Pronto el odio que sentía Helena se transformó en una "sensación de seguridad", sobre todo desde el día en que Franz sacó a su hermana de la cámara de gas. "Con el paso del tiempo, llegó un momento en que de verdad lo amé", acabó confesando Helena, aunque se tratara de un amor imposible, censurado por los respectivos colectivos. El día en que la amada y su hermana partían del campo en una "marcha de la muerte", Franz les regaló dos pares de botas forradas de piel y la dirección de su madre en Viena. Nunca más supo nada de él. Tras la liberación, echó en falta su protección ante la orgía violadora del Ejército Rojo. En una ocasión, un soldado ruso tan sólo retrocedió en su intento cuando ella le mostró el número tatuado en el antebrazo y pronunció Auschwitz.

EL BURDEL

Himmler decidió dotar los campos de prostíbulos para aumentar la productividad de los prisioneros. En verano de 1943, Hoess inauguró la "casa del placer" en el Bloque 24. La mayoría de mujeres fueron seleccionadas entre las internas de Birkenau y obligadas a mantener relaciones sexuales con unos seis hombres diferentes al día. En aquel infierno, estas mujeres no parecen haber despertado tanta compasión como envidia entre los prisioneros: "A las chicas se las trataba muy bien. Tenían buena comida. Sólo tenían que hacer su trabajo".

LA SIRVIENTE

Else Abt era una de los varios cientos de testigos de Jehová alemanes enviados a Auschwitz. Compartían con los nazis su odio a los comunistas y a los judíos, pero su carácter pacifista les llevó a no colaborar en la guerra. Abt trabajó como niñera en la casa de uno de los jefes de las SS. "Los testigos de Jehová se convirtieron en los criados perfectos", afirma Rees. El mismo Hoess tenía una pareja de testigos de Jehová en su casa. Por una parte, admiraba su pureza racial aria y su inquebrantable fe, similar a la que los nazis tenían en Hitler; por la otra, se aprovechaba de su actitud amable con el prójimo.

LA RESUCITADA

En la primavera de 1944, la vida de Alice Lok Cahana quedó marcada por la ocupación alemana de Hungría y llegó a a Auschwitz. No le importó acarrear a los muertos para salvar a su hermana enferma. Y, sobre todo, se acuerda de un día: "Fuimos hasta un edificio muy bonito. Y dentro una mujer de las SS nos dijo que nos desvistiéramos (...) Nos llevaron a una habitación grande, (...) y esperamos (hasta que) la mujer de la SS gritó: ´¡Deprisa, salid de aquí!´". Sin saberlo, estuvo sentada en una cámara de gas el día de la rebelión de los prisioneros encargados de las cámaras y los crematorios.

EL DESENGAÑO

Walter Fried regresó con su familia al pueblo eslovaco de Topolcany. Formaban parte del 10% de la comunidad judía que consiguió sobrevivir. En la calle principal y en pleno día fueron apaleados por un grupo de jóvenes. "¡Judío! ¡Eres un judío! (...) Vosotros derramáis sangre cristiana!". La policía miró a otra parte. Ni en Auschwitz había encontrado tal cantidad de odio. Emigró a Israel.