--¿Cómo se le ocurrió escribir una novela que se desarrolla en una reunión sobre juguetes sexuales?

--Una amiga me contó que había tenido una de esas reuniones y al cabo de los días me percaté de que los chicos no hacemos nada de ese tipo. Tenemos reuniones para jugar a la baraja, para comer... Entonces se me ocurrió la idea de reunir a los personas en un tupersex y que allí sucediese la catarsis.

--Y para ello se sumerge en lo más íntimo de esos tres personajes femeninos.

--Los escritores siempre nos ponemos en la piel de un violador, de una monja, de un anarquista o de un espía. Nuestro ejercicio es ponernos al lado de los demás, sean mujeres, hombres, mayores o jóvenes. He sido más cuidadoso en las partes contadas en primera persona para no meter la pata con puntos de vista que pareciesen masculinos.

--Ha querido plasmar varios conflictos que vive la mujer contemporánea.

--He querido hacer una especie de panoplia de las cosas que pasan. Una es que la revolución de la mujer no acaba de concluir. La familia tradicional no acaba de difuminarse pero la familia nueva tampoco. Estamos en un tiempo de crisis en el que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer y le está tocando la peor parte a la mujer. Antes tenía un rol determinado e injusto, definido y ahora tiene varios roles: el profesional, el maternal, de ama de caso y tiene que atender demasiados frentes. Se incorpora al terreno profesional y tiene los mismos infartos de miocardio que el hombre y los mismos cánceres de pulmón. También hablo del desamor, de la pérdida de un ser querido, de las traiciones, de las infidelidades y de la vida.

--Durante la presentación de su novela, Concha Velasco la comparó con Sexo en Nueva York

--Ella dijo que al principio lo parecía pero que luego es un drama. Yo no voy a contradecir su opinión pero mi novela no es tan sofisticada ni las amigas tienen el grado de pijerío que pueden tener las protagonistas de Sexo en Nueva York. Se dan otro tipo de circunstancias pero indudablemente se trata de tres mujeres contemporáneas que les afectan problemas como la estabilidad en la pareja o la maternidad como a cualquier otra.

--Ha querido reflejar a través de los personajes la diferencia generacional entre mujeres que rondan los 40 y sus madres.

--Indudablemente, el paso del tiempo y la revolución social de la mujer tiene que ver con eso, con el cambio de estatus que a veces puede provocar vértigo. No se sabe bien qué va a traer y esa es una de las reflexiones que me he ido planteando. Aunque cuando escribo una narración lo que intento es que el lector se divierta, que sonría y que se emocione, pero no intento ser predicador. Quiero que el lector extraiga sus máximas y la moraleja proporcionada por su cultura y su sensibilidad.

--Reunión de amigas

--La posibilidad de tener nuevos lectores, que es lo que suelen suscitar los premios. De una manera grosera, es como para un comerciante, tener nuevos clientes. Además de la satisfacción que me produce pensar que todavía estoy en forma y que todavía puedo competir. Uno no escribe para ganar un premio, sino porque tiene la necesidad de contar historias. Pero la peripecia que lleva la novela es muy variada y puede llegar a seducir al jurado de unos premios.