Hay best-sellers que emocionan, novelas con un arranque sorprendente y una trama que atenaza el corazón. Relatos con los que lloras y que el conjunto acostumbra a ser original. Lo he de reconocer, se me humedecieron los ojos cuando terminé El tren de los huérfanos, de Christina Baker Kline. Y quiero destacar la virtud de la autora en conseguirlo.

Pero también cabe reseñar que Baker Kline (Cambridge, 1964) plantea la escritura de esta novela como el depurado desarrollo de un guion. Su lenguaje es funcional y asume el riesgo evidente de no aportar carga literaria al placer de la lectura. La escritora no abusa de recursos literarios, de imágenes o de caracterización de personajes: El tren de los huérfanos es una novela entretenida, amena de leer, que despierta sentimientos y lágrimas sinceras. El conjunto resulta muy eficiente.

El título proviene de un episodio dramático y poco conocido en la crónica de los Estados Unidos: entre 1854 y 1929, más de 200.000 niños (¿huérfanos? ¿indigentes?) fueron reubicados desde Nueva York y otras metrópolis de la costa este hacia el interior. Un desplazamiento gestado en la convicción misionera de una sociedad caritativa, dispuesta a exiliar niños con tal de evitarles el vicio, el pecado; una marcha forzada al corazón de América que recuerda posteriores reeducaciones morales: incomparable con otros destierros (como la Revolución Cultural en la China de Mao) pero vemos la repetición de los patrones: la ciudad sucia y corruptora, el campo idílico y noble. Tras leer Balzac y la pequeña costurera china (de Dai Sijie) percibes que idílico no es la palabra. Y, al fondo, el deseo de preservar la pureza... pese al riesgo de generar trabajo esclavo. Volvamos al argumento.

Una mujer joven acepta 50 horas de trabajo comunitario para compensar el hurto de un libro: atender a una mujer mayor y ayudarla a vaciar el ejército de cajas enmohecidas que ocupan la buhardilla. Pero en cada una de ellas encontrarán tejidos y demás reliquias de tiempos vividos: objetos que serán el inicio de más capítulos. La trama se tejerá con los hilos de estas dos mujeres, la crónica de ambas vidas en relatos que tomarán, alternativamente, la palabra hasta tejerse en una sola urdimbre; criaturas de épocas sin demasiado en común, tan solo los sentimientos y los recuerdos, en un hábil contraste de generaciones, de incomunicación y de afecto posterior. Un estilo muy diferente, eso sí, a las obras más destacadas de Marianne Fredriksson, de Sofi Oksanen, de Linda Olsson o de Kate Morton.

Un libro sobre las experiencias dolorosas y la pérdida de identidad, la necesidad de protegerse y de encajar después, el valor de los objetos y la confianza. Un relato con la fuerza de las narraciones que beben de la memoria más que de la historia y una visión de la orfandad y sus referentes escritos: Jane Eyre, Ana de las Tejas Verdes o El mago de Oz.