--Desde los años 80, sus historias son más filosóficas que sexuales. ¿Le pesan los 50?

--A lo mejor me estoy convirtiendo en un pureta... No, en serio, es que ya me he aburrido de las historias de gays. Hay otras cosas en la vida que me interesan y estoy contento de haber ampliado mi visión del mundo. De todas formas, cuando era joven, estúpido y andaba siempre caliente, también me lo pasaba en grande.

--Los dos primeros libros de su trilogía sobre la Biblia (Prototipo y Arquetipo) no responden a las expectativas: no hay sexo, ni penes gigantes... En Arquetipo, la provocación consiste en retratar a Noé como un talibán. ¿Qué podemos esperar del tercero, Anti-tipo?

--¡Sexo y penes!, ja , ja, ja. El libro trata del apóstol san Pablo, que fue el primero que exportó la hostilidad cristiana hacia todo lo que tenga que ver con el cuerpo y el deseo. Cualquier cosa relacionada con la carne le parecía odioso y, como venganza, le he obligado a hacer un viaje apostólico por la antigua Grecia, donde tendrá que lidiar ¡con penes más duros que el mármol!

--¿Por qué usted y Robert Crumb, poco sospechosos de ser creyentes, hallan inspiración en textos considerados sagrados?

--¡Precisamente por eso! Yo nunca he sido religioso, ni siquiera de niño. Yo soy gay y desde el punto de vista religioso eso no atrae muchas simpatías. Me quito el sombrero ante del presidente Zapatero, que ha expuesto sin ambages su laicidad ante el Vaticano.

--Después de la Biblia, se mete con el Islam. Tras la crisis de las caricaturas de Mahoma publicadas en un diario noruego, sus propias tiras sobre el tema fueron rechazadas por la prensa alemana.

--Cuando ocurrió lo de las caricaturas hice ocho dibujos en respuesta a la débil y cobarde reacción de Occidente ante esos excesos. Al principio, varios diarios alemanes querían mis dibujos en exclusiva; después, tras un consejo de redacción, ya no los querían. Eso es autocensura. No obstante, algunos diarios terminaron publicando los dibujos y uno de ellos recibió una amenaza de muerte.

--Su álbum ¡Oh genio! trata del Islam radical. ¿Ahora es más cuidadoso?

--En ¡Oh genio! doy mi versión sobre lo que ocurre en Afganistán, no sobre el Islam. Pero aun así, y por primera vez, fui cauto, sí: además del caso de las caricaturas, está la fatua contra Rushdie y el asesinato de Theo van Gogh. En la Europa de hoy, un autor o un político ya no puede expresar su opinión sobre un asunto religioso sin exponerse a reacciones violentas.

--Dos tercios de sus lectores son mujeres. ¿Para cuándo una protagonista femenina?

--¡Pero si ya la tengo! La protagonista de El diván de la psicóloga es una mujer, cosa que, por cierto, no les gustó a muchos de mis lectores gays. Para que luego hablen de tolerancia...

--Hablando de mujeres, una de sus influencias es Claire Bretecher.

--Ella es genial e inigualable, pero también me han influido mucho los Peanuts y, cuando era adolescente, me marcó Fritz the Cat, de Crumb. Aquello fue un detonador para mí: ¡yo también quería dibujar esos gatos que follan y fuman porros en la bañera...! Ahora me gusta más South Park.

--En los años 80 se convirtió en el más famoso dibujante de cómic gay. ¿Qué ocurrió para que nos volviéramos locos con El hombre deseado?

--Buena pregunta. Mis historias no son especialmente originales, pero creo que fue el cómic adecuado en el momento adecuado. La gente tenía curiosidad por saber cómo vivían los homosexuales y yo les ofrecí una visión desde dentro contada con humor.

--¿La etiqueta de cómic gay es un lastre?

-- La fiebre por mis cómics gays me ayudó, pero también me etiquetó: no era un autor de cómic a secas, sino un autor de cómic gay. En el álbum de Pablo en Atenas se unen por fin las dos cosas, sexo y religión.