La historia nunca nos aclaró si a Francisco Franco le gustaban los bikinis, pero probablemente a doña Carmen Polo no. Esa tesis, en clave de humor, argumenta uno de los cortos (Bikini, de Oscar Bernacer, presentados al Festival de Cine de Zaragoza. En los años sesenta el alcalde de Benidorm visita en Vespa el palacio del Pardo con el proyecto de un boom turístico que incluye rascacielos, miles de puestos de trabajo y de millones de pesetas, pero también los bikinis de las suecas. A partir de ahí, la comedia está servida.

Los cortometrajes son uno de los platos fuertes de la programación del Festival zaragozano. Su visionado nos ofrece una impresión panorámica y, al mismo tiempo, concreta, del momento de la industria en España, sus recursos y carencias, sus temas y preocupaciones, la calidad de sus guionistas y cámaras, el cambio generacional y las apuestas de futuro. En la misma sesión que Bikini pudimos ver, por ejemplo, Mi primer beso, de Albert Manich, una fantasía sobre el despertar del amor; Safari, de Gerardo Herrero, la matanza en un instituto ameriocano; Subterráneo, de Miguel Carmona, un escalofriante thriller con narcotraficantes y secuestros; o Espera un segundo, del aragonés Germán Roda, una bella metáfora sobre el amor y el tiempo.

En esta misma distancia del cortometraje, pero en clave de género, Aragón Negro impulsa e inaugura una nueva sección en el Festival zaragozano. La primera convocatoria ha tenido un quorum espectacular, con cerca de cincuenta trabajos de distintos países en concurso.

Este jueves, la sala 14 de Aragonia proyectará los 8 finalistas: Serena, de Eric Lamhene (Luxemburgo); Blink, de Diego Latorre (España); Line Up, de Alex Juliá (España); Ça Va Rentrer, de Pierre Louis Levacher (Francia); Cabeza de Turco, de Juan Moya (España); Dealer, de Ben Dawkins (Reino Unido); Rey ahogado, de Silvia Pradas (España) y Niebla, de Bruno Sarabia (España).

Llegado a su XIX edición, el Festival de Cine de Zaragoza, apoyado por el Ayuntamiento de la ciudad, lo hace con un bagaje muy interesante y con un prestigio ganado a pulso. El equipo coordinado por José Luis Anchelergues ha ido ganando en eficacia y capacidad, pero sin perder el motivo principal que inicialmente les invitó a embarcarse en un proyecto como éste: el amor por el cine. Un ejemplo de cómo la cultura aflora desde abajo.