"El día que yo me muera, que no lloren ni den la lata", cantaba Peret en Porque yo me iré. Ayer se vieron pocas lágrimas pero sí mucho respeto y emoción por parte del alrededor de 5.000 personas que acudieron a darle el último adiós. Fue constante el goteo de gente que desfiló por la capilla ardiente del rey de la rumba, instalada en el Ayuntamiento de Barcelona, desde las diez de la mañana hasta las 21.30 horas.

La familia de Peret en pleno hizo piña en torno al patriarca familiar, dejando de lado las diferencias entre ellos. Cuando el president Artur Mas y otras autoridades acudieron a dar el pésame, estaban todos, desde la compañera sentimental, Roberta --"mi señora", así la presentaba Peret--, una brasileña de menos de 30 años con la que convivía desde hacía más de un lustro; hasta Fuensanta, esposa y madre de los dos hijos del compositor y cantante, Pedro y Rosa, de la que se separó hace tiempo pero de la que nunca se divorció. También estaba su hermano Emilio, venido de Alemania y que no quiso aparecer en las fotos; hasta un montón de nietos y bisnietos a los que Peret contagió la alegría de vivir, que intentaban animar a los más mayores del clan.

Payos y gitanos

Gitanos y payos desfilaron ante el féretro del rey de la rumba catalana, acompañado de su eterna compañera, la guitarra con la que compuso la banda sonora de su vida. Algunos se santiguaron, otros le lanzaron un beso. Gente de toda condición pero la mayoría más próximos a la generación de Peret o posterior a ella. Se vieron más canas que bermudas. "Siendo gitano, Peret ha hecho más por Cataluña y por unir a gitanos y payos que muchos políticos", comentaba ayer Alex González, un vecino de Sant Adrià de Besòs en edad de jubilación. "Era un trozo de pan. Seguro que San Pedro no se aburrirá con él", añadió. La bonhomía del artista fue destacada también por muchos de los vecinos de Poble Sec, Sant Antoni y el Raval que le conocieron. "Como él no habrá otro", sentenciaba un vecino que fichó como técnico de material en los 70.

A medida que avanzaba el día, cada vez costaba más hallar espacio para colocar las coronas de flores que llegaban procedentes de la Associació de Gitanos de Catalunya, de los Vecinos del Raval, de Lluís Llach, de las hermanas Rosario y Lolita Flores, de Los Manolos... Joan Herrero, uno de los miembros de este famoso grupo que visitó la capilla ardiente y se quedó hasta el final, estaba muy afectado. "Él era nuestro principal referente musical, nuestra fuente de inspiración. Y no solo por su música, sino también por su manera de ser". También dolidos estaban los miembros de Rumba Tres, que se acercaron hasta el ayuntamiento como el cantante Dyango, Joan Garriga, de La Troba Kung Fu ; Ramón Giménez, uno de los fundadores de Ojos de Brujo; y la cubana Lucrecia. "Eres grande Peret. Gran amigo, persona, músico rumboso y compositor. Pura alegría. Català universal", escribió la cantante de trenzas multicolor. Todos estaban cargados de mensajes de gratitud por el legado dejado por el gran maesto. Algunos rezaban: "Gracias por ser un genio, un músico y un gitano". Muchos alababan su "humanidad y sencillez". Alguno más bromista escribió: "No estás muerto, Peret, estás tomando unas cañas y allí donde estés aparecerás lleno de vida y contento, diciéndole a todo el mundo ¡que se equivocaron de muerto!"

"Agradecemos mucho todo el afecto de la gente. Es increíble", decía Daniel Salvat, nieto y guitarrista del grupo de Peret. Pese al dolor, insistía en recordar el mensaje de su abuelo: "Peret no quería que estuviéramos tristes, sino que estuviéramos contentos, lo mejor posible".

Despedida con humor

Una alegría y un humor que el cantante han mantenido hasta el final, pues ha querido despedirse de este mundo no con una ceremonia religiosa, sino con un acto corto en el que deberían de sonar dos de sus creaciones más queridas, El muerto vivo, una de sus canciones más divertidas, y Porqué yo me iré, que invita a despedir a un muerto con alegría y sin penas. Será hoy, en un acto íntimo en Martó.