Hay historias que marcan a familias y a localidades enteras, historias que permanecen en la conciencia colectiva, definiéndola y moldeándola, abriendo cicatrices que el tiempo no siempre acaba de cerrar. La de Ángel Galé Comenge es una de esas historias. La historia de un labrador taustano de 26 años que, en 1936, fue obligado a alistarse en las filas del ejército nacional en una guerra que nunca llegaría a comprender. Durante 13 meses permaneció en un puesto de avanzadilla situado en Quinto de Ebro a unos pocos kilómetros del frente republicano, viviendo escaramuzas que, dilatada en el tiempo, segaban poco a poco las vidas de los soldados de ambos bandos. Todo transcurrió en una relativa calma hasta el 24 de agosto de 1937, momento en el que el ejército republicano realizó su ofensiva definitiva sobre Zaragoza, tomando como prisionero a Comenge y a sus compañeros taustanos y siendo trasladados como prisioneros hasta Lérida. Su rastro se perdió para siempre.

En medio de esa ausencia, el único recuerdo que la familia de Comenge -formada por una mujer recién desposada y una niña de tres meses- pudo obtener de él fueron un total de 142 cartas que el labrador escribió desde Quinto y una fotografía publicada en diciembre de 1937 en la revista propagandística nacional Estampas de guerra, en la que se podía ver al joven Comenge aquel 24 de agosto en la trinchera sosteniendo en la mano la fotografía de su hija recién nacida. Aunque ellas no lo sabían, cuando vieron esa foto aquel diciembre de 1937, su padre y marido ya había sido fusilado.

Esa misma fotografía cuelga hoy en el salón de Ana Larraz, hija de aquella niña de tres meses que, heredando la investigación que su madre comenzara en su infancia, ha dedicado gran parte de su vida a documentar y descubrir qué fue de su abuelo tras la gran ofensiva de agosto de 1937. El resultado es un libro lleno de respuestas amargas que lleva como título La fotografía, historia de un soldado (1936-1937), que Larraz presentó el pasado, martes 26 de diciembre, en Quinto de Ebro, la localidad donde se situó el puesto militar en el que sirvió su abuelo.

«Este libro no solo narra la historia de mi abuelo, narra la historia de todos los hombres que estuvieron con él en Quinto», indicó Larraz, que aseguró que «ninguno de ellos era consciente de estar en medio de una guerra». «Cuando mi abuelo llevaba algo más de una semana en Quinto escribió a mi abuela una carta para que le enviase mudas limpias porque, según decía él, la cosa se estaba alargando un poco. Jamás pensó que tendría que estar allí durante los próximos 13 meses» explicó la escritora. 13 largos meses que su abuelo sintetizó en 142 cartas, unos documentos que han servido de eje vertebrado para la novela. «Mi madre falleció con 100 años y nunca nos dejó ver las cartas, cuando redactó su testamento nos indicó que quería que le enterrásemos con ellas, pero se nos olvidó y gracias a eso pudimos descubrir la historia de nuestro abuelo, del que, a pesar de que lo veíamos todos los días colgando en la foto del salón, no sabíamos absolutamente nada», explicó Larraz.

PARADERO DESCONOCIDO// Fue en ese momento en el que comenzó la gran labor de documentación que haría que Larraz removiese la historia, descubriendo testimonios nunca antes confesados y precisando la localización de fusilamientos nunca antes documentados. «Mi familia jamás tuvo la certeza de qué había ocurrido con mi abuelo, cuando me encontré con aquellas cartas sentí la necesidad de que tenía que escribir aquella historia», aseguró la escritora, que detalló los impedimentos a los que se encontró en su exhaustiva investigación. Impedimentos que pasaron por acceder a los registros de la prisión de Lérida, en la que los prisioneros fueron separados de acuerdo a sus pueblos de procedencia. «Mucha de la información que pongo en el libro me ha llegado gracias a los compañeros con los que mi abuelo compartió su breve estancia en la cárcel, es por esto que mi libro es la historia de muchos otros soldados, mi abuelo solo es un punto de partida hacia su historia», reconoció Larraz.

Fue ese sentimiento colectivo el que hizo que la presentación de Quinto fuese un completo éxito. Una presentación que, además de contar con la presencia de la Asociación Recreacionista Batalla de Belchite, reunió a vecinos de la localidad cuyos abuelos y bisabuelos tuvieron contacto con el regimiento de Comenge entre 1936 y 1937. «La experiencia ha sido fantástica, de algún modo este libro ha servido para revisar el pasado a través del presente, hemos puesto en contacto a personas que tenían vínculos que desconocían», concluyó la escritora.