-¿Contra qué están luchando para permanecer en las tierras de sus ancestros?

-Los pueblos otomíes, hablantes de la lengua ñato, nos ubicamos ahí desde hace cientos de años. Ahora están construyendo una autopista privada del aeropuerto de Toluca a una zona residencial de la ciudad de Méjico llamada Las Lomas que va a dividir y aislar nuestro territorio. Además, con los proyectos (urbanizaciones, campos de golf…) que acompañan a esta infraestructura, pretenden despojarnos del 75% del bosque. Por eso nos organizamos y llevamos más de 10 años resistiendo.

-¿Nadie tuvo en cuenta que ese bosque es el sustento vital para sus pueblos?

-El proyecto está plagado de ilegalidades desde el principio. La primera, que iniciaron los trabajos sin consultar a la comunidad. Pero la asamblea de los pueblos indígenas se opuso al proyecto porque acabará con nuestra cultura y nuestros bosques, y con una importantísima reserva de agua.

-Denuncian que la empresa concesionaria tiene vínculos con el presidente de la república, Enrique Peña Nieto. ¿Cuáles son?

-Es una filial del Grupo Higa, propiedad de Armando Hinojosa, implicado en los papeles de Panamá, quien regaló la famosa casa blanca de los escándalos a la mujer de Peña Nieto. Ha construido obras públicas en el país, caracterizadas todas ellas por los sobrecostes y la corrupción.

-Una corrupción que, en este caso, está poniendo en peligro su subsistencia.

-Xochicuatla es el ejemplo de cómo en Méjico se violan los derechos de las comunidades indígenas, siempre bajo el mismo patrón. Después de que nuestra asamblea dijera que no, el Estado eligió a unos comuneros (que se rigen por la ley agraria) para formar otra asamblea, que esta vez no se opuso. Ellos no representan ni al 10% de nuestras comunidades, aunque decidan sobre el patrimonio de todas ellas. Recurrimos y la justicia declaró la nulidad de esa asamblea. Hasta tres veces se decretó la paralización de las obras mientras no haya sentencia firme. Pero el proyecto siguió, y la empresa entró a trabajar escoltada por cientos de policías. Hubo enfrentamientos y agresiones, y varios compañeros acabaron en prisión.

-¿La construcción sigue avanzando?

-Ya está construido más de un 60%. Nuestro territorio es el único en el que no han podido entrar, y por eso les estamos haciendo una propuesta, asesorados por biólogos e ingenieros. Sin variar el trazado, una serie de viaductos y túneles permitiría el paso de la fauna y de las personas, sin que nuestras montañas y bosques queden aislados. Pero la empresa dijo que esta opción no tenía viabilidad económica.

-¿Qué historial de luchas ha supuesto este proceso para ustedes?

-Llevamos resistiendo desde el 2006. En el 2011, formamos con otras comunidades el Frente de Pueblos Indígenas en Defensa de la Madre Tierra. Para algunas de ellas es tarde, pues la carretera ya atraviesa su territorio. Después, recorrimos el país para vincularnos a otras comunidades indígenas y campesinas que comparten problemas como el nuestro, pero también han estado muy presentes en esta lucha compañeros como los universitarios o los maestros.

-O sea, que han decidido hacerse fuertes uniendo su causa a la de otros pueblos.

-Desde hace seis años pertenecemos al Congreso Nacional Indígena donde, a través de delegados de cada comunidad, platicamos sobre los problemas que nos afectan y cómo organizarnos. Hace un mes fundamos en Consejo Indígena de Gobierno, del que todavía están por definir sus funciones y atribuciones, pero ya hemos decidido proponer a nuestra compañera vocera (portavoz), María de Jesús Patricio Martínez, como candidata a las elecciones presidenciales del 2018.

-¿Qué esperanzas albergan?

-Las comunidades indígenas nunca hemos estado representadas por el Gobierno. Más bien al contrario, las resistencias que nos han unido han sido generadas por este. Siempre han actuado con racismo y, cada vez que se han acercado a alguna comunidad, ha sido para despojarla y desplazarla. Ahora, el Consejo Indígena de Gobierno y nuestra candidata tienen que acercarse para platicar con cada comunidad indígenas del país para conocer sus problemas, visibilizarlos y organizarnos juntos.

-¿Pero creen que tienen alguna posibilidad real de alcanzar la presidencia?

-No vamos a por el poder. El poder lo construimos desde abajo, caminando, y organizando a las comunidades indígenas. Pero no solo vamos a hablar con ellas, sino también con el resto de los mejicanos que están en las mismas condiciones que nosotros: estudiantes, campesinos, obreros… Hay mucha gente trabajadora que, de una forma u otra, resiste. Es lo que pasa en las fábricas, en las universidades o en el campo. Ninguno de ellos está representado hoy en las instituciones, aunque muchas se esfuercen por repetir que apoyan a los indígenas o a los campesinos.

-Entonces, ¿con qué meta van a presentar a una candidata a las elecciones?

-Lo importante para nosotros es organizarnos. Con esa visibilidad que vamos a obtener vamos a evidenciar al Gobierno y al sistema político del Estado mejicano. La sociedad nacional e internacional tiene que conocer lo que realmente pasa en Méjico con las comunidades indígenas y con la clase trabajadora.

-¿Se han parado a pensar que ustedes son muchos? Si logran organizarse y que cale su mensaje, ¿no cree que podrían dar la sorpresa en el 2018?

-Es un proceso de mucha organización, por eso lo estamos planteando ya, porque queda mucho por caminar. A veces analizamos lo sucedido en otros países, como Bolivia, donde fue necesario un proceso de muchos años hasta que llegaron al poder. No sabemos cuál será el futuro de esta candidatura, pero sí que tenemos claro que el futuro de las comunidades indígenas pasa por la organización, por la visibilización y por la puesta en evidencia del Gobierno de Méjico.

-¿Y qué futuro prevé para su pueblo, si ese tramo de carretera se construye tal cual está planeado?

-Sabemos que nos la van a imponer. Pero vamos a seguir resistiendo sin dar un paso atrás. Nos quedaremos en la tierra de nuestros ancestros, donde están enterrados nuestros abuelos y nuestro pasado, en restos arqueológicos. No podemos desplazarnos. Cuando una comunidad indígena se aleja del territorio en el que tiene sus raíces, nunca vuelve a ser la misma.