Mucho por hacer en Hatay

Una exposición fotográfica de Global Humanitaria recuerda que, 14 meses después de los seísmos que asolaron el sur de Turquía y el norte de Siria, cientos de miles de personas continúan malviviendo en refugios precarios

Un joven observa la destrucción causada por los seísmos en la región turca de Hatay, encaramado a una montaña de escombros.

Un joven observa la destrucción causada por los seísmos en la región turca de Hatay, encaramado a una montaña de escombros. / Servicio especial

Mario Gracia

Edificios derrumbados o que a duras penas se sostienen, toneladas de cascotes en unas calles convertidas en escombreras, campamentos improvisados de tiendas de campaña donde la población se apiña… Son las apocalípticas escenas de la región turca de Hatay, una de las más afectadas por el seísmo que asoló parte de este país y de Siria en febrero del año pasado, tal y como las encontró el equipo de la oenegé Global Humanitaria, cuando se desplazó para llevar ayuda a la zona, a las pocas semanas del temblor.

Estas imágenes, junto a testimonios de supervivientes, algunos de los cuales lo perdieron todo, incluyendo familia, hogar y medios de vida, protagonizan la exposición itinerante ‘Turquía. La vida después del terremoto’, que está recorriendo distintos centros cívicos de Zaragoza. Tras pasar por el de Delicias, la muestra, que transita por los escenarios de la catástrofe, permanecerá en el Centro Cívico Isaac Valero de Casablanca hasta el 12 de mayo, continuará su periplo por el del distrito Universidad, hasta el día 26, y finalizará en el Centro Cívico Oliver, del 27 de mayo al 14 de junio.

El 6 de febrero de 2023, dos terremotos de magnitud 7,8 y 7,5 sacudían el sur de Turquía y el norte de Siria, matando a unas 60.000 personas e hiriendo a unas 125.000. El 20 de febrero hubo un nuevo seísmo en Hatay de 6,4 grados, y en medio se contabilizaron más de 7.000 réplicas.

La intensidad de los temblores provocó serios daños emocionales en la población, pero también en las infraestructuras y los servicios esenciales, dejando a cientos de miles de personas sin acceso a alimentos, agua ni asistencia sanitaria. Más de 300.000 edificios quedaron destruidos, y cerca de tres millones de personas se vieron obligadas a subsistir en condiciones precarias en refugios improvisados, sin saneamiento ni agua corriente.

La exposición que Global Humanitaria lleva a Zaragoza es un oportuno recordatorio de que, a pesar de que el foco mediático hace tiempo que dejó de apuntar hacia esta tragedia, catorce meses después de que la tierra se quebrase, todavía queda mucho trabajo que hacer para dar por superada la emergencia. Cientos de miles de personas “todavía viven en condiciones insalubres en contenedores, tiendas de campaña y chabolas”, indica Juanjo Lecumberri, responsable de comunicación de la oenegé, que también apunta que la “falta de agua limpia y saneamiento y la escasez de duchas y aseos han provocado un brote generalizado de sarna y piojos en toda la región”.

En estas condiciones de insalubridad continúan viviendo uno de cada tres niños y niñas que perdieron sus hogares en los terremotos de hace más de un año. En un primer momento, 2,5 millones de menores necesitaron ayuda humanitaria, y casi cuatro millones vieron interrumpida su educación. “La tristeza, la ansiedad y las dificultades para conciliar el sueño”, tal y como explica el portavoz de Global Humanitaria, son “las principales secuelas psicológicas” que a día de hoy continúa arrastrando la infancia afectada por estos seísmos.

Inundaciones en épocas de lluvias y plagas de insectos y serpientes en pleno verano son el día para quienes todavía habitan esta suerte de ciudades sin planificar, unas 400, construidas a base de contenedores metálicos y refugios de lona, y que todavía acogen a unas 680.000 personas, según la Agencia de la ONU para refugiados (ACNUR). Por no hablar de los 10 grados bajo cero que se alcanzan en algunas de las áreas afectadas en las noches de invierno, “lo que ha causado problemas de salud a muchas personas, especialmente a niños y ancianos”, señala Lecumberri.

“Además, muchas familias se ven obligadas a encender estufas en tiendas de campaña y contenedores para mantenerse calientes, lo que supone un riesgo mortal. Los informes de incendios en tiendas de campaña y contenedores y víctimas del terremoto intoxicadas por gas de estufa son comunes”, agrega.

El acceso a la sanidad es otro de los problemas a los que se enfrentan los supervivientes. Los hospitales continúan dañados, lo que, como relata Lecumberri, “significa que no se pueden realizar cirugías y exámenes y las personas con enfermedades graves, como el cáncer, no pueden ser tratadas. Un año más tarde de los seísmos, aún no se han movilizado los recursos estatales para que las personas enfermas puedan recibir tratamientos”.

Un cooperante de Global Humanitaria conversa con una familia en su tienda de campaña.

Un cooperante de Global Humanitaria conversa con una familia en su tienda de campaña. / Servicio especial

Apoyo para superar el trauma

En los meses posteriores al terremoto de febrero de 2023, un equipo de Global Humanitaria prestó ayuda de emergencia en Hatay, una de las regiones más afectadas. Entregaron a centenares de familias lotes de productos básicos con comida, productos de higiene, ropa de abrigo, agua o material escolar. Ese apoyo se ha sostenido en el tiempo mediante la colaboración económica con la oenegé local Asociación de Apoyo a la Vida Contemporánea (ÇYDD, por sus siglas en turco).

En el más de un año transcurrido, Global Humanitaria ha continuado trabajando en la ciudad de Samandag. Junto a ÇYDD impulsa un centro de actividades creado para atender las necesidades de los menores y las mujeres, tratar los traumas experimentados tras los seísmos y contribuir en su desarrollo educativo y profesional. En estas instalaciones, 85 monitores voluntarios llegados de diferentes partes de Turquía también ofrecen talleres de lectura, dibujo, tecnología o teatro, que ayudan a los niños y a sus madres a mirar el futuro con esperanza.