Cuando llueve se moja" dice una canción infantil, pero, a efectos de conducción, sabemos que cuando el firme está mojado los accidentes se multiplican por tres. Y es que, cuando empieza a llover, las primeras gotas transforman la grasa y la suciedad de la calzada en un barrillo muy deslizante, la distancia de frenado se duplica y la visibilidad se reduce.

¿Qué haremos en estos casos? Aumentaremos la distancia de seguridad; esto sirve para evitar el efecto spray, que consiste en una reducción de visibilidad provocada por la proyección de agua-barro desde las ruedas del coche que tenemos delante, y disponer de una mayor distancia para frenar en caso de frenazo brusco del que nos precede.

Usaremos los elementos que aumentan la visibilidad tanto la nuestra como la que permite que otros nos vean, es decir, encenderemos las luces adecuadas y accionaremos el sistema antiempañamiento del vehículo. Una buena recomendación es limpiar mensualmente los cristales con detergente para evitar el vaho.

Frenaremos siempre suavemente para evitar el bloqueo de las ruedas y, lo que es más importante, evitaremos que el coche patine en la frenada, lo que es conocido como "aquaplaning". No obstante si sucede, y el coche sufre "aquaplaning", debemos ser rápidos en reacción y evitar frenar más para evitar que se cruce el coche.

Siempre que pasemos un charco recordaremos que las ruedas que pisan el agua se van a ver frenadas, eso puede provocar que el coche se nos desestabilice provocando peligro. Una buena idea es girar un poquito el volante hacia la rueda que NO pisa agua para recuperar estabilidad.

Recordemos esa ocasión en la que un desaprensivo nos puso de agua hasta las orejas y actuemos en consecuencia, reduciendo la velocidad para evitar salpicar a los peatones. Un buen conductor no sólo pilota sino que piensa y razona.

RAÚL GARCÍA. Profesor Autoescuela