El anuncio de cesión a la Fundación 2032 de las acciones del Real Zaragoza en poder de Agapito Iglesias debería suponer el capítulo final del tormentoso cambio de titularidad de la principal entidad deportiva aragonesa, arruinada por la pésima gestión del empresario soriano. Tras mes y medio de tribulaciones, desde que se dio a conocer una primera venta, hoy inconclusa, el grupo de empresarios liderado por Javier Lasheras tendría que dar un paso atrás para facilitar la salida que espera el zaragocismo. La Fundación impulsada por César Alierta ha sido la única capaz de acreditar la solvencia exigida por Hacienda y por la Liga de Fútbol Profesional para que el equipo mantuviera su plaza en la Segunda División, después de que ninguna de las opciones exploradas por quienes pretendían hacerse con el equipo fructificaran.

Agapito ha invocado en su segundo comunicado de despedida que el interés del Zaragoza y de su afición están por encima de cualquier otra consideración en su toma de decisiones, pero lo cierto es que ha intentado por todos los medios buscar las soluciones que le eran más ventajosas a él, y no al club. La diferencia, a sus efectos, es que la venta al grupo de Lasheras le proporcionaba sobre el papel hasta 8 millones de euros mientras que la de Alierta no le comporta ingreso alguno. Son lágrimas de cocodrilo de quien ha intentado hasta el último momento exprimir el limón del principal icono del deporte aragonés, tras ocho años de penoso mandato al frente de la entidad.

Los integrantes del grupo de Lasheras, incumplidos los plazos de la compraventa una vez constatada la imposibilidad de que ningún fondo de inversión serio se interesara por sus planteamientos, tendría que despedirse de su aventura con la mayor elegancia. Es ahora el momento de la Fundación 2032, con Christian Lapetra al frente y con Petón, Víctor Muñoz y Martín González en el plano deportivo. Además de afrontar las cantidades millonarias que exige la Liga para comenzar la temporada 14-15, el nuevo Zaragoza necesita armar cuanto antes un proyecto que devuelva la tranquilidad, la confianza y la ilusión a su afición, tan maltratada en los últimos años. La entidad se enfrenta ahora a una etapa de estrecheces económicas, de reconstrucción deportiva y de recuperación del orgullo, tras los años más oscuros. Faltan apenas unas horas para que Agapito sea definitivamente historia.