Se ha dicho que en el siglo XXI las mujeres alcanzarían la igualdad. De momento no se va por el buen camino. Fijémonos en la brecha salarial con respecto a los hombres. El pasado día 20 de febrero en el Pleno del Congreso de los Diputados se presentó una Proposición de Ley por el Grupo Parlamentario Confederal de Podemos, admitida a trámite por toda la oposición salvo el PP, en la que Irene Montero señaló «Hoy en día a los 8,5 millones de mujeres, los niveles de brecha salarial existentes implican que las mujeres españolas trabajan al año al menos 54 días gratis en comparación con los hombres. Cobran casi 6.000 euros menos de media anual, según el sindicato UGT. Tienen menos trabajo, más precario y en peores condiciones, sólo por ser mujeres. Según la última EPA, la del cuarto trimestre de 2017, los hombres se llevan el 54 % del nuevo empleo; las mujeres sólo el 46%. La tasa de desempleo femenino pasa del 18 %, la de los hombres es casi cuatro puntos inferior». Las pensiones de las mujeres son casi el 40% inferiores a las de los hombres. Hay que sumar los millones de horas de trabajo dedicadas, que no son consideradas empleos y por tanto no remuneradas y que fundamentalmente realizan las mujeres, a los cuidados. Es el trabajo reproductivo, que según estudios supone el 53 % del producto interior bruto. Un tercio de la riqueza del país básicamente producida por mujeres y que ni siquiera aparece en las estadísticas oficiales. Según el Instituto Nacional de Estadística las mujeres realizan, de media, dos horas y media más de trabajo doméstico diario que los hombres. Las mujeres dedican entre cuatro y cinco horas diarias a las tareas reproductivas. En un año setenta y seis días a las tareas reproductivas y de cuidados; dos meses y medio cada año.

Según el Informe Mujer y Ciencia de enero de 2017 del Consell Valencià de Cultura, además las mujeres sufren otras injusticias en el ámbito laboral. Una de ellas es el techo de cristal. Al igual que para el resto de mujeres profesionales, el ascenso a los puestos de primer nivel sigue estando obstruido. Según los datos del Ministerio de Educación de 2015, en la Universidad, las profesoras representan un 40%, pero en las cátedras hay cuatro hombres por una mujer (80% frente a un 20%). En el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, según datos de 2015, del total de profesores de investigación, la categoría superior, apenas un 25% son mujeres. Lo que indica que hay un sesgo de género a la hora de evaluar los méritos y promocionar al personal investigador.

Pero si la crisis económica ha incidido negativamente en la situación laboral de las mujeres y su capacidad de autonomía, también ha hecho mella en las inversiones en la ciencia y la investigación, y los recortes en los presupuestos públicos han frenado el avance de las mujeres científicas. En los organismos públicos de investigación como el CSIC, donde se observaba un avance sostenido en la promoción de mujeres dentro de sus organismos, se vio truncada con los recortes presupuestarios.

Pero también ocurre con la falta de becas o la llamada «fuga de cerebros», pues, al ser las mujeres mayoritariamente las «becarias» o de puestos de menor relevancia, son ellas las que buscan trabajo o promoción fuera de nuestro país. Lamentablemente, la situación de las mujeres científicas no es solo representativa de España, sino que afecta al conjunto de la Unión Europea.

Muchas mujeres que estudian en carreras científicas, luego las abandonan. Es lo que se conoce como «oleoducto con fugas». En un momento de la vida de una mujer, también aunque sea científica o investigadora, debe plantearse cuál es su prioridad: investigar o ser madre. Una decisión que no afecta a los varones quienes no se plantean ninguna elección al respecto, pero que en el caso de la mujer supone interrumpir su carrera profesional que, en muchos casos, es difícilmente recuperable. Social y culturalmente, todavía no existe un reparto equitativo de las cargas domésticas y familiares ni tampoco una conciliación real de la vida familiar y laboral que permita que la maternidad no suponga una renuncia en la vida de la mujer.

Lo expuesto es una muestra contundente de que el capitalismo neoliberal se sirve de la desigualdad social de la mujer como un componente más de su beneficio económico. Esta desigualdad en el ámbito laboral, con las secuelas expuestas supone un incumplimiento manifiesto de nuestra Carta Magna, ya que según su artículo 14: Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Y sin embargo, un presidente del Gobierno tiene la desfachatez de afirmar «ahora no toca».Y sin embargo, a través del argumentario remitido a todos sus cargos, que lo repiten cual loros, el PP aduce que la igualdad no es sólo «algo de mujeres» y que el paro del 8 de marzo «es una huelga de élites feministas pero no de mujeres reales con problemas cotidianos». O que mejor sería una huelga a la japonesa. Menos banderas e himnos y más cumplimiento de la Constitución. ¡Qué desvergüenza!.

*Profesor de instituto