Lo del transporte público en esta ciudad ya empieza a ser de juzgado de guardia. La ciudadanía ha aguantado estoicamente una huelga salvaje de cuatro meses, con mucho sufrimiento, pero con la esperanza de que por fin el Ayuntamiento de Zaragoza se ocuparía de la movilidad de esta gran urbe que depende, ¡maldita sea!, de los autobuses para sus desplazamientos cotidianos. Y de eso nada, de nada. Como ya adelantaba este periódico hace unos días: "Nada se sabe de cuándo se harán efectivas las mejoras que el equipo de municipal anunció aprovechando el ahorro que el ayuntamiento había tenido en ese tiempo. Pero ni postes informativos, ni rampas, ni buses híbridos, ni esa auditoría de las cuentas de la empresa que se iba a licitar".

En cambio se lanzan a hablar de la línea 2 del tranvía como si ya estuvieran solucionados todos los problemas del transporte. Y todo ello teniendo encima la opinión del Tribunal Superior de Justicia de Aragón sobre las irregularidades en la concesión de la contrata del bus a los mejicanos (responsabilidad de Belloch y su equipo), y de nuevo con los dientes afilados del comité de empresa que se frota las manos, ¿quién sabe?, a lo mejor, preparando otra huelga salvaje, porque el grupito de marras se ha venido arriba.

Mientras tanto llega el verano a la ciudad y vemos como los autobuses arden literalmente, y un 42 tuvo que ser detenido y desalojado durante el medio día, en el paseo Renovales, por un incendio generado en el sistema eléctrico del aire acondicionado. Afortunadamente no hubo daños personales porque al cacharro no le dio tiempo a explotar con los viajeros dentro, ya que fueron evacuados rápidamente. El mismo día, otro bus tuvo que ser desalojado por avería en la entrada del puente de la Almozara. Les puedo asegurar, en calidad de testigo presencial, que al menos una o dos veces por semana viajando en los urbanos de Zaragoza, veo buses varados en la acera con la trasera abierta echando humo negro, y con un olor a gas que tira para atrás.

No hay derecho a que Santisteve cierre los ojos a un problema muy serio que nos afecta a miles de usuarios, como la falta de mantenimiento de estos vehículos, una flota envejecida que avergüenza a los conductores y usuarios, y que debería ser retirada al desguace de una puñetera vez. Urge a gritos renovar la flota de algunas líneas; por supuesto la del 42 es de una urgencia clamorosa. En definitiva, que hay que priorizar y solucionar lo urgente antes de encandilar y engañar a los ciudadanos con la línea 2 del tranvía, y su correspondiente debate de por dónde van a ir los estupendos vagones que pagamos todos. Por cierto, parece ser que Torrero se queda al margen de las novedades en movilidad. A Torrero no llega desde siempre el Búho Bus, ni las bicicletas, ni el tranvía. Para este barrio popular y resignado, que además vota mayoritariamente a partidos de izquierda, quedan los autobuses que arden en verano, o que carecen de amortiguadores y huelen a bombas sobre ruedas a punto de explotar.

Periodista y escritora