Llega la hora de rendir cuentas. Cáritas, dentro de su Campaña de Caridad 2015, presenta ante la sociedad sus resultados anuales. No espere el lector ver otros datos que no sean los frutos de la labor de más de 110 técnicos, 1.100 voluntarios y 7.000 socios, además de la generosidad de innumerables colaboradores y donantes que hacen posible que los más necesitados, los excluidos, los desahuciados, los olvidados de un mundo en crisis sientan la acogida, el acompañamiento y las ayudas de una Iglesia que se siente servidora de los pobres.

Los marginados y olvidados son un año más el objetivo primordial de Cáritas Diocesana, que interviene en estrecha colaboración con Cáritas Española y con Cáritas Internacional como recientemente se ha manifestado ante la tragedia de los terremotos del Nepal.

"¿QUIÉN ES mi hermano?" es la pregunta planteada por la campaña, en torno a la festividad de Corpus Christi. Una cuestión mediante la cual, subrayando la fraternidad universal y sobre la base del antiguo pensamiento de que "nada de lo humano nos es ajeno", Cáritas pretende invitar al discernimiento en la línea del camino de Jesús de Nazaret. Nuestro hermano es el ahogado en el Mediterráneo, quien queda sin aliento en las cunetas de los caminos o en las vallas; el que sin culpa alguna es víctima de una crisis inmisericorde con los descartados y el que permanece en y con las mismas dificultades vitales, precisamente ahora, cuando se proclama que los problemas han quedado atrás.

Desde la sencillez y la humildad, Cáritas presenta sus datos de 2014: 118 puntos de acogida; casi 7.000 ayudas económicas para alimentos y vestido; cerca de 5.000 ayudas para gastos de alquiler, luz, gas o equipamientos de vivienda; más de 2.200 ayudas para gastos médicos; en torno a 1.000 ayudas para becas de comedor, libros y material escolar. Apoyos directos a cooperativas de artesanos en Bolivia, Palestina, Bangladesh, Perú y Mauritania, mantenimiento de centros y proyectos de atención especializada, creación de la Fundación por la Inclusión Social y de la empresa de inserción "A Todo Trapo Zaragoza", actividades diversas de formación y animación comunitaria.

Nada habría sido factible sin el esfuerzo y la generosidad de todos aquellos que han colaborado para hacer de Cáritas un instrumento que compense la evidente fractura social y económica que se ha producido en nuestro entorno.

EN LA LÍNEA de la denuncia profética, marco también de su proceder, Cáritas ha estado presente, junto a otras instituciones, en contra del funcionamiento y reforma del IAI, defendiendo la salud universal, luchando contra la explotación sexual o colaborando en el Gesto Diocesano contra la crisis y en el Círculo de Silencio.

Ante la evidente globalización de la indiferencia, el Papa Francisco proclama "la revolución de la ternura", en la que Cáritas quiere estar. Ternura frente a la dureza de un sistema económico que abandona a seres humanos que se sienten tratados indignamente y ven la justicia muy ajena a sus vidas.

LA CONFERENCIA Episcopal Española señalaba hace unas semanas en "Iglesia, servidora de los pobres" que hasta que no se haga efectiva en la vida de los más necesitados la mejoría que los indicadores macroeconómicos apuntan, no hemos de conformarnos. Y hace notar también que en este período de crisis se han acrecentado las desigualdades sociales y debilitado las bases de una sociedad justa. Esta realidad nos perfila la tarea: nuestro objetivo ha de ser vencer las causas estructurales de las desigualdades y de la pobreza, como reiteradamente pide Francisco.

La Campaña de Cáritas invita a no vivir ajenos al drama de los que no tienen trabajo, de los desahuciados, de la pobreza energética o de la pobreza infantil. Exhorta a no permanecer indiferentes ante el empeoramiento de las condiciones de vida en lo referente a educación, sanidad y asistencia a las personas dependientes o la mala calidad de los puestos de trabajo creados.

Cáritas sabe, en consonancia con el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, que la necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar. Y que los planes asistenciales que atienden ciertas urgencias, solo deben pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan los problemas de los pobres, no se resolverán los problemas del mundo.

La contestación a la pregunta ¿quién es mi hermano? requiere la respuesta de cada uno para proyectarse en una apuesta decidida y firme por la defensa de los derechos de los "últimos".

Director de Cáritas Diocesana de Zaragoza