Todo empezó con manifestaciones de protesta en varias ciudades sirias contra el régimen dictatorial de Bashar el Asad. Era el nuevo eslabón de la mal llamada primavera árabe que había empezado en Túnez y se había propagado a varios países. La brutal represión convirtió aquella contestación en una guerra. Cinco años después el país ha quedado devastado, el número de muertos se aproxima al medio millón, y el de refugiados a seis millones. Un desastre sin paliativos. Sin embargo, las consecuencias del conflicto de Siria van mucho más allá de las fronteras de aquel país de Oriente Próximo. En primer lugar, ha propiciado la aparición de un yihadismo mucho más temible que el que conocíamos.

El desencadenamiento de la guerra sorprendió a una comunidad internacional que no supo reaccionar. Tanto, que la correlación de fuerzas en la que se sustentaban las relaciones internacionales ha cambiado sustancialmente. De acuerdo con su política de retirada de frentes bélicos, Barack Obama ni quiso inmiscuirse, ni reaccionó, cuando el régimen damasceno traspasó las líneas rojas que eran el uso de armas químicas. Por el contrario, el conflicto ha permitido a una Rusia con escasa capacidad de influencia en la escena internacional convertirse en un elemento indispensable sin el que es imposible alcanzar la paz, consiguiendo al mismo tiempo aumentar su presencia en el Mediterráneo. La guerra también ha modificado la postura de Turquía, país fronterizo con Siria. Perdida su buena sintonía con Moscú y tras haber fracasado su política neo-otomana con la que aspiraba a ser la potencia regional, está jugando la carta europea.

FALTA DE SOLUCIONES

¿Y la UE? La guerra de Siria no solo ha puesto de manifiesto todas las debilidades de la Unión. Está cambiando a una Europa que se pretendía abierta, defensora de los derechos humanos, y solidaria. La vergonzosa falta de solución a la llegada masiva de refugiados de aquella guerra revela la bajeza en la que ha caído aquel proyecto. Las últimas elecciones en países de la UE y las perspectivas de resultados futuros indican una renacionalización de la UE, un cierre de los Estados en sus fronteras, y un auge de la xenofobia y el populismo. En Ginebra se intenta negociar una solución. El Asad, el origen del conflicto, sigue en Damasco mientras el mundo ya no es el que era hace cinco años.