En los últimos meses la posibilidad de una tercera intifada palestina se ha anunciado con intensidad creciente. El gravísimo incidente en el que un bebé árabe de 18 meses murió a consecuencia de un ataque incendiario contra dos viviendas palestinas puede ser el detonante que necesitaba la protesta para aflorar con virulencia. El ataque es la culminación de toda una serie de actos vandálicos dirigidos contra los árabes pero inspirados en la decisión judicial israelí de derribar unas casas construidas sin permiso por colonos en los territorios ocupados. El momento es idóneo para el posible estallido de violencia palestina, con un proceso de paz muerto y con EEUU depositando sus energías diplomáticas en Irán, el mayor enemigo de Israel. Políticamente, Israel vive en una gran precariedad, con el líder del derechista Likud, Binyamin Netanyahu, en una frágil que incluye a unos representantes de los colonizadores, que parecen haber entrado en la perversa lógica del cuanto peor, mejor.