Desde el momento que Rajoy, casi mirando a la cámara, pronosticó que su reforma laboral le costaría una huelga general, la suerte estaba echada. Semejante envite no podía ser, de ninguna manera, obviado. Interpretable es el modo de aceptar el órdago que escenificaron los sindicatos. El poco trabajado lema expresado por un lacónico Cándido Méndez (después repetido por Julián Buey en una tribuna en este diario), cuando dijo que la huelga era "justa y necesaria" remite, para empezar, a otro contexto que parecía ya fuera de este subconsciente. Uno también puede estar lleno de orgullo y satisfacción, pero seguro que puede decirlo de otro modo.

No defender los logros que otros consiguieron y renunciar a una vida más justa sería traicionar su esfuerzo, su memoria y nuestro presente. Pero esa defensa no es de gran utilidad si no es para modelar y construir un futuro digno y desarrollar las herramientas que no hagan del pasado una carga, sino la base sobre la que proyectar y consolidar una sociedad para todos.

El panorama es complejo. La propia dinámica de la globalización favorece la segregación y el aislamiento. Ya no es solo el trabajo en las fábricas. El mundo laboral está ahora mucho más fragmentado y la incertidumbre impera hasta el punto que paraliza y mina el ánimo. Las prioridades tropiezan entre sí en un bosque de encrucijadas.

Decía Alain Peyreffitte que el rasgo que constituye nuestra sociedad es la confianza ("en uno mismo, en los demás y en las instituciones"). Quizá sea ese el motor que necesitamos para gestionar esa incertidumbre que nos empapa en un tiempo en el que racionalizar es sinónimo de no crear empleo o perderlo.

La determinación no puede concentrarse solo en gestos puntuales. La teatralización de la política exige determinadas puestas en escena y cada actor conoce la esencia de su papel, que algunos confunden con su deber y salvación. El día después no puede consistir en un baile de cifras y la sensación del trabajo bien hecho. La acción que merece la pena no conoce días de descanso. Lo dijo la Reina Roja de Carroll: "Hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio. Si se quiere llegar a otra parte hay que correr por lo menos dos veces más rápido". Periodista