Una ola de frío siberiano recorre Europa. El gélido aliento del lugarteniente de hielo, Putin, posee los cuerpos de muchos de los dirigentes políticos internacionales. No solo el de su títere del otro lado del Atlántico, el pato Donald Trump, sino el de los que siempre fueron la cabeza norteamericana en territorio europeo, los británicos, que nunca estuvieron dentro del proyecto europeo por el bien común sino para sacarle provecho y abortarlo desde dentro. Con una primera ministra como May (que pretende abandonar la UE para recuperar el control de las fronteras, acabando con la libre circulación de ciudadanos europeos, pero manteniendo los privilegios comerciales) o con un ministro de Asuntos Exteriores como Johnson (que acusa a Hollande y a la UE de querer propinar palizas al estilo nazi, «palizas de castigo, a cualquiera que elija escapar, como si fuera una película de la Segunda Guerra Mundial»), que se puede esperar. Con esos mimbres, no nos sorprende que el PE, la única institución europea que no estaba en manos de los conservadores, pase a ser gobernada por el italiano Tajani, el hombre en Bruselas de Berlusconi, gracias al apoyo de los conservadores británicos. Así, las tres principales instituciones europeas PE, Consejo y Comisión están dirigidas por los populares. Esperemos que la solidez del discurso del presidente de la Comisión, Juncker, que está convencido «de demostrar que aquellos que piensan que ha llegado el momento de deconstruir Europa, se equivocan», se imponga, y se consiga un acuerdo que respete las normas europeas.

*Periodista y profesora de universidad