Hay gobierno plenamente funcional. Se van cerrando pactos políticos (entre PP y Ciudadanos, entre PNV y PSOE, no se sabe si también entre las izquierdas aragonesas). El personal se ha ido de black friday, y ahora de puente porque ya hay nieve en las estaciones. Los que pueden se dan un homenajillo, los que no, se aguantan. Las sociedades europeas (la española, por supuesto) todavía ofrecen un cierto nivel de bienestar y estabilidad; aún tienen grasa que perder, diría un noecón... Sin embargo, reina un desasosiego, una mala baba (los más alarmistas hablan de odio) y una especie de locura ambiental que se percibe apenas enchufas un informativo en la radio o la tele, o te echas a la cara la portada de cualquier diario. Ni siquiera un ámbito tan remoto, contemporizador y habitualmente sedado como es Aragón se libra de la plaga. Debe ser que el mundo está cambiando de base (aunque al revés de lo que proponía la letra de La Internacional) e incluso aquí notamos el tembleque.

He de confesarles que ahora mismo, cuando escribo, estoy bajo el efecto del último shock informativo. Los datos sobre la violencia machista divulgados estos días y las entrevistas a mujeres supervivientes. El empeño del Gobierno de replantear su ya descafeinado pacto anticorrupción con Ciudadanos (¡qué fácil es aprovechar una trágica coincidencia para llevar agua al molino del chanchullo!). Las incalificables y constantes declaraciones de Hernando (el del PP). Las líneas rojas que, según Rajoy, han de constreñir un diálogo social que ni siquiera ha comenzado. La impotencia de los sindicatos. Las amenazas de Erdogan, con los refugiados como rehenes. Las sentencias que emiten nuestros dispares e indescifrables tribunales (casi sale más barato atropellar y matar a un guardia civil que participar en una protesta donde haya algún roce con las fuerzas de seguridad). Y, al fin, el politiqueo aragonés, retorcidillo, repleto de trampas, insustancial... y rebordecido.

Ves en Aragón TV al portavoz popular en el Ayuntamiento de Zaragoza (a quien ya se considera futuro alcalde cuando de Santisteve no quede nada por desmontar) y es como viajar en la máquina del tiempo a una época donde se funden pasado y futuro. Hablas del PSOE con la gente de Podemos, de Podemos con la gente de CHA, de IU con los de IU que no están por Garzón, o de cualquiera de los unos con cualquiera de los otros (en teoría todos de izquierdas, más o menos) y flipas en colores. Entonces te vas corriendo a Huesca, escuchas a los integrantes de su gobierno municipal y descubres que solo allí (será por algún milagro gastronómico o vayan ustedes a saber) la relación entre los bandos que se autocalifican progresistas va suave como la seda. ¿Por qué no en el resto de la comunidad? Todo esto resulta extraño. Ya sé que existen tramas negras, poderosos intereses, información manipulada y otros factores atmosféricos muy perniciosos. No olvidemos las redes sociales, ese lugar donde el personal se comunica y que los desequilibrados y los canallas llenan de mierda con anónima fruición. Pero, aún así, es algo anormal. También en la Tierra Nobl.