Hubo un momento (hace escasos años) en que los medios oficiales y oficiosos de Aragón propalaron uno de aquellos augurios llenos de autoestima y triunfalismo. Se nos anunciaba que a lo largo de los próximos decenios, un proceso de desarrollo uniformemente acelerado permitiría ganar población e incluso alcanzar con inusitada rapidez los dos millones de habitantes, la mitad de los cuales residiría en Zaragoza. La mundial en bicicleta. ¿Qué digo en bici? En metro, en AVE, en avión a reacción, ¡en platillo volante! Ahora, transcurridos cuatro años de crisis, el Instituto Nacional de Estadística acaba de lanzar sus predicciones para esta década y lo que anuncia no es precisamente bonito: habrán de emigrar el diez por ciento de los jóvenes entre 23 y 35 años. Y suponer que esa fuga vaya a quedar compensada por la llegada de extranjeros parece ya demasiado optimista. Es pues muy probable que la Tierra Noble vuelva a perder peso demográfico. No alcanzaremos el millón cuatrocientos mil ni de coña.

No voy a calificar a los visionarios que profetizaron el nacimiento del aragonés dos millones. A lo mejor no eran, en verdad, ni unos jetas ni unos memos sino simplemente unos visionarios que acabaron creyéndose sus propios ejercicios de realidad percibida. En todo caso, y como podía saber entonces (o ahora) cualquier aficionado a la estadística, nuestra envejecida población no estaba ni está en condiciones de expandirse por sí sola más allá de unos modestos límites. Y eso si la gente en edad fértil se pone prolífica de verdad. Para llegar a los dos millones hubiesen hecho falta, además de fabricar bebés a toda leche, importar medio millón de inmigrantes. Inimaginable.

De ahí nos hemos ido a prever que antes del 2021 se nos habrán largado al extranjero 37.000 jóvenes en edad de merecer (diez al día), jóvenes que seguramente estarán entre los mejor preparados y más capaces de buscarse la vida en profesiones de alta cualificación. Les daremos estudios, invertiremos cuanto podamos en ellos y luego deberán irse porque en su tierra no encontrarán dónde ganarse la vida. El futuro ya está aquí ¡Vaya un baño de realidad pura y dura!