Examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. Ésa es, creo, la técnica del arrepentimiento, y el Rey la está cumpliendo de cabo a rabo (se ha confesado ante una cámara de TVE, que es lo más), lo cual llena de tranquilidad a los partidos políticos mayoritarios, a los medios de comunicación serios y a la gente de orden en general. El personal de a pie, por su parte, apenas ha tenido tiempo de captar el carácter histórico de la situación, pues la jodida Historia va muy deprisa, y aún no ha recibido la absolución Su Católica Majestad cuando el Gobierno ya nos ha metido un medicamentazo en toda la crisma; y todavía estamos recuperándonos del susto cuando Wert, El Terror de las Aulas, empieza a barrenar la Universidad pública. Le entran ganas a uno de salir corriendo y no parar hasta Santiago de Chile, que allí tenemos casa.

Ya me gustaría a mí saber qué se ha cocido exactamente en esas reales cacerías, donde empresarios e intermediarios de muy alto nivel se han estado pasando la bola entre tiro y tiro, malta y malta. "Es así como se hacen los grandes negocios", me dicen los enterados. Pues vale. Si lo normal es apañar contratos en safaris pagados por los comisionistas habituales, admitamos que en este mundo no queda un ápice de racionalidad al que aferrarnos para superar esta crisis.

Algunos tienen explicación para todo. El Rey sale por ahí a vender España. El ministro de Educación hace lo que hace para mejorar la eficiencia de la Enseñanza Superior. El medicamentazo es sólo una bonita manera de controlar a los jubilados, que son unos pastilleros empedernidos... Por supuesto, nadie (ni las organizaciones corporativas de los farmacéuticos y los médicos) reflexiona, por ejemplo, sobre la oscura política comercial de los laboratorios y sus sabrosos premios (esos viajecitos al Caribe, esos aguinaldos navideños) a los doctores que más recetan lo suyo.

O sea, que unos arreglan sus cosas en los cotos de caza, otros se trabajan el medicamento en la Riviera Maya y la ciudadanía rasa... hace penitencia por todos ellos. Qué arrepentimiento más grande tengo, madre mía.