Estuvo interesante la intervención de Albert Rivera el otro día en el desayuno organizado por la Asociación de Directivos y Ejecutivos de Aragón (ADEA). Rivera, que cuando no es el foco de atención es un hombre nervioso, que no para quieto en el asiento, se transforma cuando sube a la palestra y hace gala de una oratoria impecable, aunque marcada por el tono de un político. O sea, todo muy correcto, sin vehemencia, más razonable que mitinero. Tampoco los asistentes esperábamos consignas para tomar el cielo por asalto, claro. Rivera estuvo bien (delante de mí incluso había varias groupies políticas que le jaleaban todo el rato), no eludió ninguna pregunta (aunque se salió por peteneras con los bienes de la Franja), y luego contestó con mucho tino a lo que le preguntaron los espectadores. Y aquí llegamos al meollo de la cuestión. Entre las muchas preguntas escritas en un anónimo papel (el mecanismo de preguntas de estos desayunos siempre es así) alguien le preguntó lo siguiente: "Señor Rivera, ¿usted cree que los jóvenes que estudian en España y se marchan a trabajar fuera tienen que devolver al Estado el coste de su educación?". Y claro, ahí se pinchó la etérea pompa de jabón en la que servidora flotaba escuchando las palabras del líder. Creo que Rivera contestó que no, pero yo lo único que podía pensar era "pero bueno, qué preguntas tiene la gente. Encima de p..., ahora tendremos que poner la cama..." Lo sé, es un pensamiento muy soez entre tanta elegancia y corrección. Pero que haya quien se haga ese planteamiento en serio, con lo que están sufriendo los jóvenes... Ojo, que a lo mejor Rivera no es lo que muchos esperan. O al revés, a lo mejor es lo que muchos no se esperan. No sé si me explico.

Periodista