La presencia de Anthony Hopkins suele ser garantía de que la película que vamos a ver es buena, o que al menos cuenta con un personaje extraordinario, el encarnado por este versátil actor británico cuya capacidad para generar matices en el entorno de la angustia, la desestabilización, lo sobrenatural y ambiguo del ser humano ha quedado sobradamente demostrada en unos cuantos papeles.

También lo logra en Premonición, del director brasileño Afonso Poyart, un thriller policíaco con un interesante tema de fondo, derivado del móvil, o de la motivación, mejor, con la que actúa un asesino en serie perseguido por el FBI: la compasión.

Sus víctimas, jóvenes, niños, mayores, hombres o mujeres, blancos o negros, lo serán en base a que padecen una enfermedad mortal, incurable, que los hará despedirse irremisiblemente, en un corto plazo, de su existencia terrenal, y, para colmo, en medio de atroces dolores. El criminal, a la hora de planificar sus ejecuciones, se disfrazará de una especie de ángel de la muerte, como aquellos médicos y enfermeros que en hospitales o residencias de ancianos aceleraban el tránsito de sus pacientes o residentes para aliviarles del dolor y del deterioro final, tratando de buscar una justificación humanitaria a sus actos criminales.

Plantea, por tanto, Premonición, una suerte de delirante variante de la eutanasia, tema de fondo que va mucho más allá de una simple excusa argumental para, en la controvertida realidad, muy polémica respecto a este asunto, erigirse, poco a poco, muerte a muerte, en la demanda de un derecho a morir dignamente, a elegir el momento y el modo de despedirse, sin que por ello nadie tuviese que cargar con culpas, procesamientos, sentencias, condenas.

La muerte, el enemigo, sigue triunfando frente a la ambición de inmortalidad del ser humano, cobrándose inexorablemente sus piezas en un tablero de ajedrez donde cada día se disputa una partida.

En la película de Poyart, en Premonición hay un segundo tema que a menudo despierta la polémica, y casi siempre la curiosidad: la precognición o videncia. Una facultad que suele situarse a medio camino entre la superdotación intelectual y el fraude, entre el milagro y el show. Que la policía no desdeña y la justicia no admite, pero que está ahí, dentro de algún privilegiado cerebro, esperando manifestarse.