A Aragón no se le permitió emplear la vía del art. 151 de la Constitución, entre otras arbitrariedades que se nos impusieron. EI proceso no fue un camino de confetis; duele que, al cabo de tantos años, haya "fuerzas políticas" que intenten disimular la verdad de aquel proceso más tenebroso que glorioso.

Acepté como otros, opinar para el documental televisivo "Aragón 1982-2012, 30 Años de Autonomía" aún barruntando lo que podía ocurrir, cuando lo que sale en pantalla es "información enlatada", tan propicia para quitar la parte del material no grata al gusto de quiénes encargaron la tarea al "Taller de Fieras", nombre que bien merecen sus miembros y no por feroces sino por valiosos. Mi sincera enhorabuena que no extiendo a los recortadores.

Un buen trabajo periodístico puede estropearlo la propensión censora de los políticos. Los censores políticos suelen mostrarse algo obtusos a la hora de aceptar la verdad que no les convenga y tienden a olvidar que "sin la libertad de criticar, carecen de sentido los elogios" como recuerda día a día, un prestigioso periódico francés. Esos puntillosos "críticos de los críticos", querrían derogar la realidad que les contradiga.

A esos reprobadores, a los que aludo innominadamente, tampoco desearían ser identificados, es mejor omitirlos, no hacer menciones personales. Esos "ellos" no quieren oír nada malo de los culpables de aquel proceso autonómico porque pertenecen o pertenecieron a UCD, PSOE y PP, partidos que unas veces de modo simultáneo y otras sucesivamente, contribuyeron al denigrante proceso autonómico del que se quejan ahora, los mismos responsables de lo sucedido o sus causahabientes.

Desde Aragón poco se podía hacer para dignificar el proceso de marras; algún parlamentario ganó fama porque utilizaba el momento de las votaciones para evacuar en los aseos, que entendían como una servidumbre prioritaria.

La última intervención de la que me acuerdo con orgullo, es la del 30 de junio de 1994, cuando las Cortes de Aragón aprobaron por unanimidad, una seria reforma estatutaria pero después, nuestros representantes en Congreso y Senado, aceptaron sumisamente que las Cortes Generales nos dejaran sin el Estatuto que habíamos aprobado en la Aljafería.

PENSAMOS, ingenuamente, que podríamos alcanzar lo mismo que ya disfrutaban varias Comunidades Autónomas, "¡qué error, qué inmenso error!". Aquello fue sencillamente, un oprobio del que Aragón aún no se ha repuesto.

Ahora, hay grupos políticos o dirigentes significativos que hablan de modificar la Constitución pero no lo sugieren para remediar las discriminaciones que se cometieron entonces, alimentando la gula de algunos partidos periféricos o contando con la apetencia de prever algún puerto de refugio regional, para subsistir, como se propuso el PSOE, con Andalucía.

Me atrevo a sostener que si ahora se intentase reformar la Constitución, ésta saldría del horno empeorada y hasta se derogarían preceptos de su texto vigente como el del artículo 138.2 que se lleva incumpliendo desde el principio: "las diferencias entre los Estatutos de las distintas comunidades autónomas, no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales".

No extrañaría que la soberanía de la Nación, que "reside en el pueblo español" (art.1) se dividiera en diecisiete "cachitos" y llamarnos así, "federalistas", panacea propuesta por un líder del PSOE y su última perogrullada.

ES DE AGRADECER la buena voluntad, pericia y hasta dulzura, que puso el equipo de Taller de Fieras en elaborar aquel Documental; No les creo responsables del contenido definitivo y acrítico que vimos en la pantalla de Aragón TV, emitido con el evidente nihil obstat de los inquisidores (laicos, en este caso).

Insisto: el proceso autonómico no fue precisamente bueno pero reconozco que si quisiéramos remediarlo ahora y de raíz, olvidándonos de que las instituciones tardan decenios en madurar, entraríamos en el peor de los caminos, el de la disolución progresiva de España; no lo quiera Dios.