A lo mejor es simplemente cosa de actitud. Si te sientes insignificante, pareces insignificante y te tratan como si lo fueras. Así que el nuevo gobierno griego ha pensado que, si es parte de Europa, y tiene voz y voto sobre determinadas cuestiones, a partir de ahora va a hacerse oír. Sin complejos. Ayer bloqueó las medidas de sanción contra Rusia por su política de guerra en Ucrania. No es que su veto cuente demasiado, pero sí rompe la unidad de la Unión Europea sobre esta cuestión. Tampoco es que Grecia esté de acuerdo con la actitud de Rusia, sino que en realidad fue ignorada cuando se plantearon las nuevas sanciones. En fin, que todas estas cuestiones dan igual. Lo que importa es la actitud. La de una Grecia contestona y molesta que mordisquea con dientes de ratón la cola del elefante europeo. Grecia debe un dineral inasumible, en parte por una malísima gestión de sus responsables políticos, en parte por la política intransigente de sus acreedores. Ahora que le es imposible pagar, y teniendo en cuenta que al deudor no se le pueden romper las piernas, los acreedores están desconcertados porque el chiquitín pusilánime y obediente se ha levantado del suelo y les muestra los puños desafiante. Lo podrían tumbar de un revés, pero ¿y si tiene hermanos? ¿Y si luego vienen España, Italia, Portugal? Mientras, Grecia baila sobre sus pies, desconcertando al gigante, molestando y zumbando como un mosquito. Lo de ayer fue un signo de que se acabaron los tiempos de callar, de ceder soberanía política y financiera hasta el punto del suicidio. Por eso digo que, en realidad, es cuestión de actitud. Si te sientes de menos, te tratarán como tal. Estamos hartos de verlo por aquí. Así que ánimo, Grecia.

Periodista