Llevamos unos ocho meses de publicidad electoral y el asunto cansa a cualquiera. Una cosa es ocuparse (y preocuparse) por la política y otra menos aceptable, sentirnos casi encerrados en una ratonera de la política. Ahora se está repitiendo lo que ya vivimos a propósito del 20-D, sin que baste decir que "así es la vida democrática"; los españoles estamos demostrando, unos por carta de más y otros por carta de menos, que cuando las urnas no arrojan resultados contundentes, los políticos deben ajustarse a esa realidad, olvidándose, en provecho común, de una tercera convocatoria electoral en menos de un año.

Los españoles (los electores que potencialmente somos todos los mayores de edad, votemos o no votemos, y entre ellos los candidatos a ser diputados o senadores) no parecemos capaces de superar el trance de los resultados electorales del 26-J y estaremos abocados a nuevas elecciones generales, acaso por noviembre o diciembre próximos.

En diciembre de 2013, creo que fue El País el diario que publicó una información titulada con una inquietante pregunta: ¿Dónde jugarán Barça y Espanyol?. Y ese titular iba acompañado por un subtítulo: La Generalidad ve probable que los equipos de fútbol catalanes sigan en la liga española porque la Generalidad subrayaba el interés del Barça y del Espanyol en seguir en la liga (española, naturalmente) de fútbol profesional.

Esa pretensión se manifestaba como indicación meramente unilateral, esto es, sin que pudiera decirse que así estuviese ya pactado, porque se debe recordar que ninguna autoridad del Estado español, ni la política ni la deportiva, hubiese oído a los clubs y hubiera arreglado ya solución tan poco verosímil.

Si es así como están las cosas, mejor es dejarlas como están que ahondar en imposibles porque sería tanto como animar a los que, a estas alturas, tratan de hacer de Cataluña un Estado nuevo.

También por las mismas fechas del 2013, pudimos leer que los asesores de Mas proponían "aliarse" con España (sic) en caso de esa independencia y aludían, además, al que llamaban Consejo de Transición que recomendaba a Mas, según los asesores de este, la creación de "una unión Ibérica con Portugal y Andorra". De Gibraltar no se atrevieron a decir cosa alguna. ¡Cuánta estolidez!

A mí me recordaban esas incidencias el trato que La Codorniz daba al fútbol, en un número de febrero de 1957, sobre los acontecimientos deportivos españoles que causaban "honda impresión en el mundo".

Esa noticia hablaba de la gran repercusión que produjo en Madrid el hecho de que el "Forzudo Madrileño" (así llamaba La Cordorniz al Atlético de Madrid) había ganado sorprendentemente al "Madrileñín Club de forasteros" (Real Madrid), ocasionando graves afecciones al corazón, inapetencias y fuertes depresiones nerviosas, de suerte que el lunes nadie acudió a trabajar. También motivó, decía, algunos ataques de enajenación mental y catarros, gripes y pulmonías por haber presenciado el partido a plena lluvia.

A todos ellos, --añadían los cronistas deportivos--, el fenómeno les parecía inexplicable puesto que el "Madrileñín Club de forasteros" contaba con jugadores garantizados por cinco años y de la mejor calidad.

También en el extranjero causó consternación aquel acontecimiento deportivo de tan insólito resultado y decían los maliciosos que todo eso pasaba para distraer al pueblo de la política y que se ocupara con sucesos más llevaderos.

Ahora, con todo el verano por delante y los resultados electorales del 20-D del pasado año y del 26-J de este ¿quién podrá ocuparse de componer un Gobierno razonable?; y ¿no sería mejor unos comicios entre los dos partidos más votados el 26-J y que el que gane se ponga a gobernar aunque sea por un simple voto de diferencia? Quizá convenga recordar, para culminar este modesto artículo, que un poco más de humor y de comprensión de las tesis contrarias nos acercaría mejor a lo que es la democracia que ese afán de discrepar que nos impide tantas veces una cordial convivencia.