Ahí está nuestro jefe: oye, que si Montoro quiere guerra... la tendrá. El presidente del Gobierno de Aragón se ha dado cuenta de que está intervenido por Hacienda (como dicho ministerio lo está por la UE y el Eurogrupo) y que así no va a poder hacer política ni cosa parecida. Puso al cargo de las cuentas a Fernando Gimeno, cuya habilidad para bailar los números, aplazar todo desembolso y torear a los acreedores se ha hecho famosa en España entera. Promovió entre los miembros de su equipo esa tendencia a marear la perdiz presupuestaria y disimular con buenas palabras (o con trolas descomunales) el retraso en los pagos... Pero todo tiene un límite y el desfondamiento (por falta de fondos) del Pignatelli es ya clamoroso. Encima, el ministro en funciones de la cuestión económica ha decidido intervenir las partidas de nuestra comunidad y de Extremadura. Así que Lambán se muestra dispuesto a todo. ¡Aurrrggg!

Montoro es un tipo con mucha malicia. ha hecho bandera del incumplimiento del objetivo de déficit por parte de la mayor parte de las autonomías. Lo cual es cierto, pero tiene su explicación. Para empezar, porque son las comunidades quienes gestionan los grandes servicios públicos de obligado cumplimiento (sanidad, educación y asistencia social). En segundo lugar, porque el actual sistema de financiación es un desastre. Y finalmente, porque es muy fácil quejarse de unas administraciones periféricas derrochadoras cuando el Gobierno central mantiene en sus presupuestos partidas tan absurdas, incomprensibles e intocables como algunas incluidas en Defensa, o a caballo entre dicho departamento y el de Industria. Véase, por ejemplo, el desarrollo de ese submarino cuyo prototipo se sumerge... pero no sabe emerger.

Todos los niveles institucionales de este país requieren una revisión a fondo de sus cuentas. Aquí se ha gastado con muy mala sombra. Pero los frutos de algunas inversiones están a la vista: una sanidad pública de las mejores del mundo, unas magníficas infraestructuras, una indiscutible capacidad para formar a los jóvenes... Eso hay que salvarlo. Como sea.