Las palabras fueron creadas para dar nombre a los objetos, para describir sentimientos y para definir situaciones, entre otras cosas. Pero una palabra puede tener significados polivalentes e incluso contradictorios. Por ejemplo, «historia», según el diccionario de la RAE, es a la vez «Narración y exposición de los hechos pasados», es decir, lo cierto, y también «Narración inventada; mentira y pretexto», lo falso.

La palabra nación se escucha una y otra vez en los últimos meses en la boca de casi toda la casta política, y cada uno la interpreta según su conveniencia, y también da lugar a equívocos.

Esta semana ha irrumpido el señor Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, y ha dejado una verdadera «perla» dialéctica. Ha dicho que «En España hay cuatro naciones: España, El País Vasco, Galicia y Cataluña». Y el buen hombre se ha quedado tan tranquilo tras esta deposición histórico-sintáctico-lingüística.

No sé qué le está pasando al líder de Podemos, salvo que siempre fuera así y lo disimulara, que en el último año y medio no hace otra cosa que meter la pata cada vez que intenta impartir doctrina político-histórico-filosófica.

Podemos nació a raíz de la indignación, la vergüenza y la esperanza de mucha gente, más de cinco millones nada menos, que creían que era posible cambiar la dinámica española, sumida en el desencanto hacia la política y los políticos, y que unos jóvenes sin apenas experiencia en las instituciones eran capaces de dar un giro a este país y acabar con la corrupción que campa por doquier, los privilegios de la casta política y económica y la injusticia social.

Las caras visibles de Podemos, a pesar de su inexperiencia y escasa preparación, parecían capaces de ilusionar (y en verdad que lo hicieron, al menos a esos cinco millones de votantes), porque parecían traer aire fresco y limpio.

Pablo Iglesias, cada día más identificado con el concepto de casta que tanto denunciaba, ha ido liquidando, políticamente hablando, a todos aquellos compañeros de viaje que podían hacerle sombra o que cuestionaban su guía de ruta. Así, Errejón, Bescansa y otros han ido cayendo por el camino por cuestionar las formas de actuar del jefe supremo.

Por eso, entre otros muchos errores como el de las cuatro naciones, Iglesias ya es considerado el político peor valorado de España y, según las encuestas, su partido pierde votos semana a semana. Nunca lo admitirá, porque este hombre parece bastante soberbio, pero tal vez sea él el principal culpable de la caída de Podemos.

*Escritor e historiador