Para Ortega y Gasset "Siempre ha acontecido esto. Cuando el inmediato futuro se hace demasiado turbio y se presenta excesivamente problemático el hombre vuelve atrás la cabeza, como instintivamente, esperando que allí, atrás, aparezca la solución. Este recurso del futuro al pretérito es el origen de la historia misma..."

La cita es muy adecuada hoy. En 1929 irrumpió en Estados Unidos una gravísima crisis económica, la Gran Depresión. Generó cifras de más del 24% de paro, dejó sin casas y sin granjas a muchas familias desahuciadas por la ejecución de las hipotecas, grandes pérdidas financieras y bursátiles, cierre de empresas y bancos. Parecía que toda una civilización se venía abajo, lo que sorprendía si consideramos que en 1928 el presidente Hoover dijo que "Los americanos no iban a necesitar paraguas ya que iban a vivir siempre bajo un sol perpetuo".

Las similitudes de la Gran Depresión con la crisis actual son muchas. En sus causas: especulación financiera desorbitada, carencia de controles en las transacciones, burbujas inmobiliarias, crisis de la deuda y un gran incremento de las desigualdades sociales.

Las diferencias surgen en las medidas para salir de la crisis. La actual sirve de pretexto para cambiar el modelo político creado a mitad del siglo XX. La crisis es una patraña, que sirve para ocultar las perversas y verdaderas intenciones: una contrarrevolución en toda regla. No se aplican recetas para salir de la crisis, sino para cambiar el sistema. No solo son insuficientes sino también contraproducentes. Son utilísimas para destrozar nuestro Estado de bienestar. En la de los años 30 se buscaba, de verdad, la salida y así se alcanzó una transacción entre capitalismo y socialismo, impregnada por un sentido de equidad y justicia social; tratando de alcanzar un capitalismo de rostro humano más regulado, para erradicar la exclusión social con una mayor y mejor redistribución de la riqueza y de las oportunidades.

Los actuales dirigentes políticos carentes de cualquier sentido ético, mientras son implacables a la hora de infligir grandes dosis de sufrimiento a la mayoría de la sociedad por los desastres generados por unos pocos; a la vez a estos toleran su impunidad y su enriquecimiento. En los años 30 hubo auténticos líderes políticos, capaces de guiar e ilusionar a un pueblo en un proyecto colectivo. Como Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), del Partido Demócrata, electo en 1932 y reelegido tres veces más, caso único en la historia estadounidense. Nada más acceder a la presidencia dio muestras de un liderazgo, caracterizado por el respeto, empatía, justicia y compromiso con sus conciudadanos. Ante un país devastado, rápidamente quiso restablecer la confianza para salir de la crisis, tal como dijo en el discurso de investidura, el 4 de marzo de 1933 "A la única cosa que debemos tener miedo es al miedo mismo, el innombrable, el irracional e injustificado temor que paraliza los esfuerzos que necesitamos para convertir el retroceso en avance." Igualmente apeló, lo que fue una constante en su política, al compromiso de todos en una tarea común, muy vinculada a la historia americana. La clave es el esfuerzo colectivo de toda la sociedad bajo un liderazgo claro. Esto lo vemos en las leyes que propuso al Congreso, y cuando se dirigió a los empresarios, para que hicieran un esfuerzo para subir el sueldo a los trabajadores "Sin los salarios y los beneficios de la mitad del país, la economía funciona solo a medias. No resulta de gran ayuda que la mitad afortunada sea muy rica, la mejor manera es que todos sean razonablemente acomodados".

En sus famosas charlas a orillas del fuego, Roosevelt habló por radio a sus conciudadanos en un lenguaje muy claro explicando las medidas que iba a tomar, por qué las tomaba, y el resultado que esperaba obtener, y luego rendir cuenta de los resultados o de las rectificaciones para alcanzar el resultado previsto. En cambio los dirigentes actuales no explican los recortes en servicios públicos o en derechos, ni por qué se hacen, o mienten abiertamente "la recapitalización de la banca española no tendrá coste alguno para los ciudadanos".

La política de Roosevelt giró en torno a un objetivo: ayudar a las personas víctimas de la adversidad, los sin trabajo, los sin techo, pero no por caridad sino como un deber social. En todos sus discursos mostró su preocupación por el sufrimiento humano como "los que queriendo trabajar no encuentran trabajo". Otros hoy aducen: ¿A quién preocupa hoy el paro? O en este fragmento, muy aleccionador para los gobernantes de hoy: "Hay muchas formas en que esta reducción del gasto se puede ejecutar, pero estoy totalmente en contra de que el ahorro se haga a costa de la gente que sufre". En cambio, hay otros que al conocer los recortes en el desempleo exclaman "Que se jodan".

Hasta hace unas décadas las democracias occidentales estuvieron dirigidas por hombres de talla excepcional. Independientemente de sus afinidades políticas, Blum, Churchill, Atlee, Brandt, Roosevelt representaban una clase política muy sensible a sus responsabilidades morales o sociales. Los actuales, los Merkel, Juncker, Rajoy, Cameron envilecen la política, al ser producto del neoliberalismo.

* Profesor de instituto