El último informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente reveló los persistentes efectos de la contaminación en las grandes metrópolis del continente. Según ese estudio, la mala calidad del aire provoca la muerte prematura de casi 500.000 europeos y en España la concentración de partículas en suspensión causa 25.000 fallecimientos anuales. Ni estas contundentes cifras absolutas ni las sanciones de la CE por superar los límites de polución, parecen frenar el envenenamiento de la atmósfera, especialmente a través de los gases de los automóviles. De forma periódica, y en condiciones meteorológicas determinadas, la situación se vuelve tan preocupante para la salud humana que las administraciones debe actuar con urgencia, como en el reciente caso de Madrid. Pero el problema es más estructural y requiere iniciativas globales que incluyan aparcamientos disuasorios en extrarradios, mayor inversión en transporte público o la prohibición del paso a los centros urbanos a los vehículos privado.