Gracia lo que se dice gracia, Mariano Rajoy nunca la tuvo. Ahora tampoco. Asistió a una rueda de preguntas con cinco periodistas (cuatro mujeres) en TVE por ver si aclaraba de una vez conceptos que los españoles tienen confusos. Yo les confieso que tras casi una hora de hablar me sentí ausente, Mariano se agarró a su mantra y no lo soltó: hay que reducir gastos. Pero así no se puede crecer, le advirtió Anabel Díez, de El País, especialmente con una reforma laboral tan jodida. Ahí vimos al Rajoy modelo Anthony Blake: un mago de la mente que pretende que al pronunciar las palabras, éstas actúen. Los economistas lo llaman efecto hada: creer que cuando todo va mal llegará un día una señora con poderes que lo arreglará todo. Es decir, Mariano asegura que recortando hasta la asfixia y dejando al trabajador sin ninguna garantía laboral, España va a crecer. Pero los resultados son tercos: vamos hacia abajo.

Les confieso que lo que menos me interesó fue si habrá rescate o no y en qué condiciones. Habrá rescate y nos recortarán hasta las mangas. ¿Por qué lo sé? Porque en este tiempo he aprendido a conocer un poco a mi presidente: miente siempre y sin pestañear. Y por más que repita el latiguillo de "se lo digo con toda franqueza", sé que lo que hace es mentir con toda franqueza.

Ni un comentario sobre riquezas que se evaden, banqueros que roban, políticos que engañan y gente que se muere de hambre. Mire usted, esto se avisa: hubiera visto mejor a Gran Wyoming. Es más gracioso.