El ciclón que asoló el sistema financiero español en los años más duros de la crisis económica tuvo en buena parte su origen en la irresponsable concesión de créditos hipotecarios por parte de cajas de ahorros que creían que la vorágine constructora que vivía el país sería una espiral sin fin. Contra toda lógica y sentido común, las entidades otorgaron préstamos por un valor superior al 100% de la vivienda que se disponía a adquirir el solicitante. El resultado es de sobras conocido: el hundimiento de muchas cajas y su desaparición o absorción por otras. La crisis del ladrillo está siendo de lenta y difícil digestión, y el ciclo de penitencia por los excesos cometidos no ha finalizado. Por eso hay que matizar el optimismo con que sin duda hay que acoger el dato de que los préstamos hipotecarios han aumentado el 21,4% en España el último año. Que fluya el crédito es muy buena noticia, pero que nadie olvide los gravísimos errores cometidos, so pena de tener que volver a pagar por ellos.