El viernes me enteré de que se había roto un pacto político. El pacto de la izquierda en Aragón. El pacto inexistente entre PSOE, Unidos Podemos y CHA, el que lleva 15 meses reclamándose y que ha muerto antes de nacer, por incomparecencia de sus firmantes. Por algún motivo que no alcanzo a entender se viene generando la idea de que la izquierda aragonesa está dinamitando un gran acuerdo, cuando en realidad no existe pacto como tal, y de existir este se limitó al reparto de cargos institucionales en dos momentos concretos de la legislatura.

Inicialmente, permitió el acceso de los candidatos de las listas más votadas de izquierdas en las elecciones de mayo del 2015 a la presidencia de Aragón y a la Alcaldía de Zaragoza para impedir que el PP se mantuviera en la DGA y gobernara el ayuntamiento. Es decir, posibilitó la investidura de Javier Lambán y de Pedro Santisteve, porque lo de gobernar, como luego se ha visto, sería otro cantar.

De otro lado, acaba de posibilitar, el pasado, un cambio de cromos para sustituir al presidente de las Cortes, inicialmente del PSOE, (Antonio Cosculluela, alcalde de Barbastro, de vuelta de la política) por una diputada de Podemos (Violeta Barba, joven abogada con carrera incipente y ambición por delante). Poco más. En una de nuestras portadas de hace poco más de un mes lo explicábamos con meridiana claridad: «Mucha firma para tan poco acuerdo», titulábamos, y añadíamos: «La izquierda aragonesa rubrica el documento que otorga a Podemos la presidencia de las Cortes y se conjura vagamente para lograr más sinergias. El pacto nace como declaración de intenciones para leyes y presupuestos pero ignora la gobernabilidad de instituciones como el ayuntamiento».

Luego vendría Pablo Iglesias, para la toma de posesión de su delfín local, la diputada Barba, y diría que el acuerdo aragonés le parecía modélico. Claro que para entonces aún albergaba la idea de que pudiera llegar a algún tipo de acuerdo con Pedro Sánchez, quien por entonces valoraba postularse a la presidencia del Gobierno si fallaba la investidura de Mariano Rajoy.

Pues bien, el acuerdo para el relevo en las Cortes no ha traído ningún pacto real y mucho menos un pacto modélico, porque como tambien vaticinabamos en nuestro periódico, no reúne uno solo de los requisitos para serlo. «Al presidente Javier Lambán le va a seguir costando sangre, sudor y lágrimas edificar una relación cordial, discreta y leal, como son todas las relaciones duraderas en política, con Pablo Echenique para cerrar las cuestiones troncales que requieran del concurso de Podemos», decíamos. Y así ha sido. Llegó el debate de la comunidad, y el líder de la formación morada en Aragón fue el más duro contra el presidente, en contraste con la mano tendida de un PP contemporizador que espera pescar en río revuelto, dando por buena una división de la izquierda que le permitirá mantenerse al mano del Gobierno de la Nación pese a sus discretos resultados electorales y, de paso, alejar el foco de sus problemas de imagen disparados con los casos de corrupción y todo lo demás.

¿Qué le toca hacer ahora a la izquierda aragonesa? Podemos y Santisteve tienen que dejar claro si su objetivo es aplicar políticas de izquierdas, directamente o condicionando al partido socialista, o si prefieren romper los puentes y cargarse al PSOE. Porque a veces da la sensación de esto último, y esa es una percepción muy grave porque supone tomar como rehenes a los ciudadanos más desfavorecidos, que esperan políticas solidarias y redistribuitvas. Dicho en plata, Podemos tiene que apoyar el presupuesto de la comunidad autónoma a Lambán si presenta unas cuentas razonables que cumplan con sus compromisos en gasto social, y no vincular su voto a la abstención para la investidura de Rajoy que presumiblemente aprobarán hoy los socialistas en su comité federal. Si las izquierdas suman en la comunidad o en el ayuntamiento, se tiene que notar.

¿ Y los socialistas? Deben dejarse de aparecer en la foto todo el tiempo al lado del PP, sea para aprobar un suplemento de crédito para la escuela concertada en e parlamento, sea para favorecer intereses urbanísticos de particulares en el consistorio. La seguridad jurídica fue el argumento para aprobar el outlet de Pikolín, pero hacerlo como pretendían los populares con la anuencia inicial socialista sin devolver un euro al ayuntamiento por los aprovechamientos, no era de recibo. Aunque le duela, esa imagen de Carlos Pérez Anadón, en la persona de Lola Ranera, junto al líder municipal del PP, Jorge Azcón, es impactante para los electores socialistas y resta credibilidad a un entendimiento con ZeC.

Si los dos hacen sus deberes, quizás visualicemos un pacto... de verdad. H

*Director de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN