Explico el titular: es cierto que la subida del IVA a una parte de la actividad cultural supuso un golpe definitivo para los profesionales de la cultura. Es cierto que no fue una buena noticia. Pero no es menos cierto que la situación actual de la cultura no es solo resultado de aquella subida: el IVA no debe impedirnos ver el bosque.

No hemos sabido encontrar el lugar de la cultura en estos tiempos de mudanza: al justificarla como creadora de riqueza y empleo, marca para la promoción exterior u oportunidad para el fomento turístico, hemos ocultado, como avergonzados, su auténtica razón de ser. Hemos dado ocasión a que, clamando por las políticas de empleo y el mantenimiento del estado de bienestar, hayamos confinado la cultura al lugar que, implícitamente, muchos piensan que debe ocupar: un lujo individual que cada cual debe pagarse. Porque si una actividad cultural interesa a muchos, es que tiene carácter comercial y, por tanto, capacidad de autofinanciarse; si interesa a pocos, hay otras necesidades prioritarias, no es momento para atender a las minorías.

EN ESTE ANÁLISIS coinciden todos los partidos y cuanto más priorizan las llamadas políticas sociales, mayor riesgo para la cultura. Todos los programas electorales contendrán el 20-D una única reivindicación en esta materia: la reducción del IVA cultural. Después, que cada uno se las arregle como pueda --apelando a una utópica ley de mecenazgo, como si el mecenazgo no compartiese los criterios de rentabilidad y control--.

No hemos sido capaces de explicar en este país el papel de la cultura como una de las más importantes infraestructuras de comunicación para una sociedad: comunicación de ideas, de conocimiento, de creatividad, de innovación. Lugar privilegiado de la autonomía, la libertad y el juicio crítico.

A pocos interesa ese juicio crítico que necesariamente se deriva de la cultura. A pocos: ni a los medios de comunicación, ni a las administraciones, ni a quienes detentan el poder institucionalizado dentro del propio sector.

¿SON CONSCIENTES LOS medios de comunicación de que forman parte del tejido cultural del país? Son muy conscientes de su influencia y dependencia económica, pero no lo son tanto de que cuando desaparezca el último lector, el último espectador de una sala de cine o de teatro, el último visitante de una galería de arte, con él desaparecerá el último lector de diarios.

Por desgracia, la información cultural, como no atrae publicidad ni lectores masivos, bastante tiene con atender al poder cultural establecido: instituciones culturales públicas o privadas, especialmente las financieras; productos culturales del grupo al que pertenece, cada vez más industria de contenidos; y si queda espacio, dar cancha a los amigos. Se olvida del inmenso público que conforma la suma de todas las minorías culturales, sin ser consciente de que los lectores de un diario son también una minoría cultural. Consecuencia: la información cultural renuncia a construir el juicio crítico sobre el statu quo cultural, con lo que se reduce a ser portavoz de los programas institucionales, dedicados a la autopromoción por tanto. Las excepciones --este diario lo sería--, escasas.

¿Son conscientes las administraciones públicas de que su papel no es el de competir con la iniciativa cultural privada?, ¿que no debe crear productos culturales, ni sus funcionarios programar la actividad cultural de un territorio? Deben apoyar la iniciativa civil, social, ciudadana, profesional... generando infraestructuras, poniendo a disposición recursos, facilitando el acceso a la creación y al disfrute, pero sin entrar en competencia; por el contrario, prestando colaboración.

Dos vicios más a corregir: el adanismo y el clientelismo. Quien entra a la administración tras unas elecciones se olvida de lo que ya está funcionando, hace tabula rasa de las experiencias que ya se han desarrollado, le gusta hacer alarde tanto de su falta de memoria como de su ignorancia. Solo importa lo nuevo, con lo complicado, pero necesario, que es mantener y consolidar. Para desarrollar las nuevas iniciativas --nuevas para el que se estrena en el puesto-- lo mejor es contar con los amigos, que al menos son fieles. Si es necesario, inventando procesos de participación, dirigida, claro.

¿QUÉ SE PUEDE HACER desde el sector de la cultura? El único remedio, el asociacionismo, el generar colectivos fuertes. Pero eso no interesa a todos: quienes pretenden sacar cabeza prefieren doblegarse a los criterios dominantes, es decir, compartir su frugal merienda con periodistas y funcionarios, ofreciéndoles colaboraciones o aceptando sus condiciones de participación; así se convierten en portavoces del sector, legitiman la cultura dominante y silencian las voces críticas, con lo que la creación independiente --disculpen la redundancia-- se aleja cada vez más de la realidad social, de la que medios de comunicación y administraciones debieran ser mediadores.

¡Menos mal que nos queda el IVA!

Exdirector general de Cultura del Gobierno de Aragón