Al margen de las falsas soluciones simplistas, cumplir con el objetivo de déficit sosteniendo las funciones propias del Estado del Bienestar exige una ajustada e inteligente gestión fiscal. En el caso de Aragón, tras varios años en los que la devaluación sistemática de los servicios públicos se ha combinado de forma incomprensible con el incremento de la deuda, es preciso replantear por completo la dinámica presupuestaria y mejorar el manejo financiero. Hablando claro y asumiendo la situación, es necesario encontrar nuevos ingresos al tiempo que se reducen los gastos.

SÍ CABEN NUEVOS IMPUESTOS

Hablar de nuevos impuestos o de una política fiscal expansiva no debe provocar mayores alarmas, si ello se lleva a cabo de una manera razonable. Existen actividades y situaciones que sí podrían y deberían ser objeto de mayor presión. El catálogo básico ya descrito por el consejero de Hacienda, Fernando Gimeno, coincide con cargas que son de uso común en otros países y autonomías (mediambientales, a los depósitos bancarios, a los hidrocarburos o mediante la equiparación entre donaciones y sucesiones), supondría cien millones adicionales y no tienen por qué incidir de manera notable en las economías familiares.

En Aragón y en toda España es muy importante que los impuestos recuperen su carácter progresivo y dejen de caer a plomo sobre los asalariados medios. El hecho de que las rentas más altas estén abandonando la tributación por IRPF o el constante incremento de la recaudación por IVA son dos pésimas tendencias que deben ser invertidas. ¿Cómo? Incidiendo con buena lógica pero sin complejos sobre los beneficios societarios y el funcionamiento de las empresas.

RENEGOCIAR LA DEUDA

Por otra parte, el Gobierno de Aragón ha de ser más eficiente en el gasto, La primera medida, la más obvia, es renegociar la deuda para obtener mejores condiciones y reducir el pago por intereses. Es un paso que está en la agenda del actual Ejecutivo, que valora el ahorro posible en cincuenta millones.

Todo ello sin dejar a un lado la eficiencia inversora, el estricto control de las desbocadas sociedades públicas y en general una administración digna de tal nombre. Con seiscientos millones de agujero contable, queda mucho por hacer.