Es evidente que actualmente existe una percepción social en España muy negativa acerca del desarrollo de la crisis, sobre el qué y sobre el cómo. Pongamos algunos ejemplos:

Existe una percepción negativa de los políticos y, por extensión, de la política. Cuarenta años de franquismo son parte causal de la desafección política, ciertos medios de comunicación y otros creadores de opinión trabajan diariamente su descrédito, pero la mala práctica política es la razón importante del fenómeno. Si a ello añadimos que la situación actual no parece depender mucho de los políticos ¿para qué queremos y pagamos a los políticos? Peligrosa conclusión. De hecho, en toda Europa están floreciendo organizaciones de extrema derecha, grupos fascistas y manifestaciones antisistema, con la excusa de la crisis actual y la consiguiente desafección política.

Además está la corrupción (no solo política). La corrupción siempre es negativa, pero lo peor de todo no son los corruptos sino la tolerancia social sobre la corrupción. Solo los principios éticos y las convicciones democráticas nos pueden liberar de este cáncer. La honestidad personal y la transparencia legal son dos elementos imprescindibles en la regeneración democrática.

Último acontecimiento (por ahora), Bankia. La ineptitud de los gestores, la corrupción de los sueldos y pensiones de sus directivos, la no vigilancia de los órganos oficiales, la chapuza gubernamental de su solución y la ausencia total de explicación sobre su génesis, proceso y coste, hacen de ello un paradigma de lo que no se debe hacer. Las consecuencias de esta catástrofe financiera van a afectar a todo el sistema financiero y a la credibilidad de España en su conjunto. Mientras se configura una unión bancaria europea, el BCE tiene la responsabilidad de ayudar a evitar el desplome de las deudas nacionales, con las contrapartidas necesarias.

Algunos dirán que la percepción puede no coincidir con la realidad, que sería otra no tan negativa. Pero no. Los sistemas sociales funcionan por las percepciones de la mayoría. Así funcionan las elecciones libres, los mercados, las acepciones, los éxitos y hasta los afectos. Incluso la realidad está construida, en gran parte, por las percepciones de las mayorías.

Ahora bien, ¿de dónde provienen nuestras percepciones? Hume decía que procedían de los sentidos. Los constructivistas inciden más en la influencia de nuestro estilo cognitivo, que selecciona nuestras percepciones. ¿Y qué realidad llega a nuestra mente? Fundamentalmente, la que captamos a través de los distintos medios de comunicación social y demás creadores de opinión. Y aquí topamos con un gran poder, aparentemente disperso y plural, pero que alimenta un sentido y una dirección que Marx definía como la superestructura cultural que justifica la estructura económica de la base.

Una pregunta se impone, ¿dónde están los intelectuales? Porque da la impresión que todo lo que está pasando está predeterminado y es inevitable. Y, además, como es de índole económica, ni siquiera podemos entenderlo. Desde la racionalidad griega e ilustrada, siempre hemos defendido la acción política como la única manera humana de corregir las situaciones adversas. Pero hace falta interpretar correctamente la política y su estrecha relación con la ética. En el fondo, la ética y la política es lo mismo, solo que la primera opera en la dimensión individual y la política no es más que la ética en su aplicación social y comunitaria. No puede ser que la discusión sobre la construcción europea se produzca exclusivamente en el campo de los técnicos, sin atender al debate político y moral que implica la economía. Porque los famosos recortes se hacen para solucionar los errores y delitos cometidos por los poderosos, pero afectan fundamentalmente a la gente más vulnerable del sistema.

La solución, como ya he dicho otras veces, es más y mejor Europa. A España siempre le ha ido bien con Europa y muy mal, aislada de Europa. Precisamente, el modelo europeo se ha caracterizado por defender un pacto social que equilibra los costes y beneficios socioeconómicos. Pero España se tiene que europeizar más, en sus modos democráticos y en una gestión eficiente. La austeridad no está reñida con el crecimiento, pero la austeridad exige siempre prioridades sociales. ¿Podría ser la gran coalición política un remedio, en lugar de la confrontación interpartidista? No vaya a ser verdad la frase de Krugman "La crisis que estamos atravesando es fundamentalmente gratuita: no hace falta que suframos tanto ni destruir la vida de tanta gente".

Profesor de filosofía