Habrá que esperar para conocer el auténtico alcance de la lesión de Pape Diamanka, pero "pinta mal", dijo Popovic en la rueda posterior al partido contra la Ponferradina. El senegalés realizó una primera parte de ensueño, ejerciendo de guía hacia la victoria junto a Pedro, y se rompió de cuajo al iniciarse la segunda. El centrocampista venía de tres semanas más próximas a la enfermería que al campo, las dos primeras sin aparecer en las citaciones con recaída incluida y la última sumándose a la convocatoria tras incorporarse al grupo el pasado miércoles. Sobre sus molestias no había noticias muy esclarecedoras (eloganción en el bíceps femoral izquierdo). La cuestión es que, como se preveía tras su llamada a filas, apareció entre los titulares, mostró de nuevo su marcado perfil diferencial y cayó herido. ¿Qué riesgo asumieron todas las partes? ¿Cuál será el precio en el caso de una baja de medio-largo plazo? ¿Por qué, ya con el 2-0, el entrenador no le cambió en el descanso?

Ranko Popovic no se caracteriza por forzar las reapariciones, todo lo contrario. Sin embargo, el encuentro de ayer le exigía en lo colectivo y más en lo personal tener a lo mejor de su guardia pretoriana sobre el césped. El Real Zaragoza necesitaba la victoria para no descolgarse de la parte alta de la clasificación y para corregir tres jornadas deplorables, sobre todo la de Alcorcón. Y él la necesitaba para esquivar la carta de despido a la salida del estadio en el caso de no haber ganado a la Ponferradina. El jugador y el cuerpo médico podrían haber presentado pruebas para eludir el peligro, pero entre todos apostaron por la insensatez. En otro partido con connotaciones distintas, no tan opresivas, seguro que el futbolista ni hubiera entrado en la lista.

Con Diamanka no se había perdido un solo partido desde que apareció en el once y ayer su influjo volvió a ser decisivo. Ganó el Real Zaragoza, pero por el camino se dejó al senegalés. Es un triunfo para celebrar con gesto grave. Al margen de lo que digan las pruebas que se le realizarán a lo largo de este lunes (el club anunció ayer que sufría molestias en los isquiotibiales de la pierna izquierda), Popovic confirmó los porqués de que se le considere el peor entrenador posible para este equipo. Tenía que tomar una decisión en la que estaba implicado directamente: el equipo ahora o el equipo para el futuro; el equipo sin mí o conmigo por encima de las circunstancias. Se descarta la mala fe en la titularidad, pero no su irresponsabilidad al estrujar el físico de su pupilo, aún a medio gas muscular, cuando se veía que el adversario no daba ni para empatar. Ganó el Zaragoza, pero por el camino se dejó una joya. Es un triunfo para celebrar con gesto grave.

Popovic salvó el ultimátum con silenciador que le había enviado el consejo, que ahora esperará a ver si no se pierde en San Mamés para aumentar el crédito del técnico más allá de las fiestas navideñas. Contra el Bilbao Athletic no estará con seguridad Diamanka. No habrá entonces sacrificio para los adoradores del disparate, para esos que bendicen el éxito de la inmediatez, el brillo del becerro de oro. ¡Por Dios!