La encuesta de Sigma Dos para El Mundo puso ayer patas arriba el horizonte electoral. El pronóstico estadístico de que Podemos será la primera fuerza política, con un 28,3% de los votos, y de que Pablo Iglesias puede ser el próximo presidente del Gobierno español impactó a la opinión y conmocionó a la clase gobernante.

El voto mayoritario de los españoles a una formación joven, sin experiencia gubernamental ni un programa definido, se explica por el hartazgo del país frente a la ineficacia y corrupción de los grandes partidos, con sus extensiones empresariales, bancarias y sindicales.

Frente a un presidente, Mariano Rajoy, que no gobierna, y frente a una oposición, la de la izquierda, que ha arriado sus banderas para intentar resistir dentro del fuerte del sistema las oleadas de pieles rojas que llegan desde la calle y la Red.

El fuego graneado desde las murallas del fuerte, disparando Cospedal, Sánchez y Rosell desde la misma torreta, indica que el riesgo de perder la plaza es grave, y que el bipartidismo toca a su fin, para dar paso a una pradera más abierta con respecto al voto.

No soy de los que creen que Pablo Iglesias viene a cortar cabezas, a quemar nada, y sí que los suyos, honesta, utópicamente, se han propuesto cambiar de abajo arriba el país. Lo cual, además de necesario en el tiempo, puede ser tan bueno en el fondo como en la forma.

Sanear la política, jubilar a los viejos líderes, acabar con los jugadores de Bolsa disfrazados de empresarios modelo, mejorar las condiciones laborales y salariales y, en general, prestar al país el servicio de rejuvenecer y actualizar sus estructuras representativas, nuestra pobre Universidad, nuestra ridícula política internacional, es algo para lo que, en principio, pueden contar conmigo. Pero, para votarles, me tienen que ofrecer algo más que un puñado de sueños: un programa.

Mientras lo van, supongo, confeccionando, sus grandes expectativas se proyectan en las próximas elecciones autonómicas y municipales. En Navarra, ganan. En Aragón, con el PSOE, podrían formar gobiernos de izquierda en la mayoría de las instituciones, aunque... ¿aceptarían los socialistas una alianza con un partido que aspira a suplantarlos al frente de la izquierda española?

En las películas siempre ganan los vaqueros, pero aquí ni estamos en Hollywood ni los indios no son de reparto.