Pertenezco a ese nutrido grupo de ciudadanos que lamentan que los partidos no hayan sido capaces de alcanzar un acuerdo de gobernabilidad para España y se tengan que repetir las elecciones. Lo predije en estas mismas páginas de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN en un artículo titulado "Lío general hasta la segunda vuelta" aunque mantenía la esperanza de que, en estos nuevos tiempos multipartidistas, se impondría la sensatez y los partidos situados en el ámbito de la izquierda serían capaces de flexibilizar sus posiciones para alcanzar un acuerdo de gobierno progresista, en línea con lo que se ha dado en llamar el gobierno del cambio. No ha sido así, por lo que el 26 de junio repetiremos nuestro encuentro con las urnas.

No es momento de señalar culpables ni de atribuir responsabilidades. Creo sinceramente que todos los partidos, en mayor o menor medida, son corresponsables de este desaguisado. Es el momento, sin embargo, de que los que aspiramos a un gobierno del cambio aportemos nuestro granito de arena para conseguirlo.

Para alcanzar ese objetivo cobra sentido la propuesta de unidad de todas las fuerzas políticas a la izquierda del PSOE: Podemos y sus confluencias por un lado e IU y su unidad popular por otro. La fruta no estaba madura antes del 20-D porque Podemos necesitaba revalidar en las urnas la potencia electoral de su marca y porque se habían producido excesivos desencuentros, no solo entre las direcciones de ambas formaciones, sino también entre sus respectivas hinchadas en las que no faltan hooligans poco constructivos.

Meses más tarde la realidad nos dice que la fruta ya ha madurado. Podemos e IU conocen sus respectivos pesos electorales para negociar un acuerdo equilibrado y proporcional a su representatividad y lo que es más importante: en las prácticas políticas concretas a lo largo de estos meses se ha podido constatar la semejanza entre las propuestas de ambas formaciones y sus coincidencias en todos los temas sustanciales, fundamentalmente en materia de política económica, laboral y social, además de una concepción territorial del Estado muy similar.

Pero hay más razones: es necesario minimizar los efectos tan negativos que tiene la Ley D'Hondt sobre IU cuyo millón de votos solo le hizo merecedora de dos diputados, frente a los 69 de Podemos con cinco millones de votos o los 90 del PSOE con poco más de cinco millones de votos. Todas las encuestas predicen que una confluencia hoy entre Podemos e IU aproximaría su representación a la que tiene el PSOE, lo que haría posible un gobierno del cambio, progresista, de izquierdas.

Y aquí viene lo del sorpasso. Me consta que tanto en Podemos como en IU hay furibundos antisocialistas cuyo objetivo ante una repetición electoral es realizar el sorpasso al PSOE. Incluso algunos acarician la idea de pasokizarlo dejándolo reducido a la mínima expresión, como ocurrió en Grecia. Craso error: ni España es Grecia, ni el PSOE es el PASOK griego. Ciertamente, en el ánimo de estos compañeros pesa mucho esa facilidad que tiene el PSOE para mirar hacia la derecha antes que hacia su izquierda a la hora de formar gobiernos. El pacto alcanzado con Ciudadanos y su interés de que cualquier gobierno que se constituyera tuviera que aceptar ese pacto, abona las tesis antisocialistas, dado que dicho acuerdo cojeaba mucho hacia el centroderecha tanto en materia económica como laboral.

Es cierto que el PSOE, si puede, se siente más cómodo gobernando con la derecha que con la izquierda. Por ello, el objetivo es conseguir una importante representación de Podemos e IU que obligue al PSOE a girar su mirada hacia la izquierda ante la imposibilidad de que le salgan las cuentas con la derecha. No le han salido en esta última aventura con Ciudadanos y debemos ayudarle a que le salgan mucho menos tras las elecciones del 26-J y en ese sentido, una fórmula electoral unitaria de Podemos, IU y sus respectivas confluencias es fundamental.

Pero atención: el sorpasso al PSOE no es el objetivo, porque si lo fuera nos llevaría a realizar una campaña electoral en clave de confrontación, de crítica, de desencuentro, generándose grietas que después serían muy difíciles de restañar. Por el contrario, hay que trabajar en clave de conciliación, de respeto de las propias identidades, percibiéndonos como futuros compañeros de viaje en pie de igualdad y entendiendo que el sorpasso será en todo caso la consecuencia, pero nunca el objetivo. El objetivo, hoy, es conseguir un gobierno del cambio que yo me permito calificar de socialdemócrata y para ello es necesario el PSOE y todas las fuerzas políticas a su izquierda. Cualquier otra pretensión es una mera ensoñación anguitista que de producirse, conseguiría que muchos abandonáramos esa aventura.

Profesor y abogado