Una Ley que se denomina "de Uso, Protección y Promoción de las Lenguas y Modalidades Lingüísticas Propias" no podía sino seguir la línea tortuosa y extravagante planteada en su propio título. Y así ha sido hasta el momento final, cuando ayer fue definitivamente aprobada por las Cortes aragonesas con los votos a favor de PP y PAR y los demás grupos en contra. El inaudito y absurdo contenido de dicha Ley abre un árduo problema donde no lo había previamente y rompe con la línea mucho más lógica y científica que los dos partidos conservadores mantuvieron hace veinte años.

EL PUNTO DE VISTA DE ARAGÓN

Al margen de lo que opinen de la nueva Ley fuera de Aragón, y particularmente en Cataluña, este es un asunto de naturaleza interna y con ese criterio hay que analizarlo.

Llamar lapao (Lengua aragonesa propia del Aragón Oriental) al catalán y lapapyp (Lengua Aragonesa propia Aragón del Pirineo y Prepirineo) al aragonés es en primer lugar ridículo. Contradice los principios básicos de la Filología, desmiente a los lingüistas y además menosprecia a decena de miles de aragonesas que hablan una lengua materna distinta del castellano sin dejar por ello de sentirse miembros de nuestra comunidad. Rompiendo unos esquemas previos simples y razonables, a partir de ahora se crea un nuevo escenario de tensión y fricción entre aragoneses. Si lo que deseaban PP y PAR era complicar lo que hasta ahora no estaba complicado, pueden sentirse satisfechos ambos partidos. Y si lo que pretendían era, por ejemplo, alejar del Aragón Oriental cualquier tentación catalanista, se han lucido. Conseguirán todo lo contrario.

DEMAGOGIA Y DESENFOQUES

Al abrir el debate sobre la naturaleza trilingüe de Aragón, desde los ámbitos conservadores se ha dado a entender que alguien pretendía obligar a toda la población a aprender idiomas que no habla. Por supuesto que la cosa no iba por ahí. La anterior Ley de Lenguas se basaba en la voluntariedad y en la propia y simple realidad. Venirnos ahora con el lapao y el lapapyp no tiene pies ni cabeza.

Hay más: la intención de trasladar a los ayuntamientos el debate sobre lo que se habla, o no, en cada localidad. Lo que nos faltaba. No cabe mayor ni más grave error.