Esta crisis moral, política, social, económica, ecológica y cultural en la que nos hallamos sumidos, ha sido provocada por el apabullante e incuestionable dominio ideológico, con su correspondiente acción política, del neoliberalismo. Entraría dentro de lo razonable, que para tratar salir de ella se pusieran en práctica políticas diferentes, a las que nos han llevado a este auténtico infierno para la gran mayoría de la sociedad. En absoluto, no solo nuestros dirigentes políticos en España y la Unión Europea las siguen aplicando a rajatabla, como meros ejecutores del diktat de los oligopolios empresariales y financieros, sino que sintiéndose plenamente satisfechos con ellas, las están incrementando en intensidad. La corrección del déficit público no es el fin, es el medio para explicar y legitimar cualquier decisión por cruel e inhumana que sea. Como son implacables consideran innecesario disculparse por tanto sufrimiento provocado. Es más alardean de él.

Resulta cruel que las buenas prácticas políticas se valoren en función a la dosis de dolor impuesto a la ciudadanía. Andan crecidos. Y andan crecidos porque la clase trabajadora acongojada, desorientada, fragmentada e insolidaria no tiene coraje para diseñar y presentar una respuesta contundente. Sorprende que si estas tropelías están identificadas y si además conocemos sus causas y sus culpables, ¿cómo es posible explicar esta falta de respuesta?, ¿por qué si supuestamente sabemos lo que nos pasa, no acabamos de salir de esto que nos pasa? Existen razones. A algunos, no pocos, el miedo a perder lo que les queda, aunque ya se les ha arrebatado mucho, les inmoviliza. Otros, no pocos también, como boxeadores noqueados en un ring, parece que todavía no se creen lo que les está ocurriendo, como si fuera producto de un mal sueño. Otros más, engañados por los relatos tramposos de la academia, asumen su culpabilidad y su penitencia como merecidas, y creen que pronto saldrán de este infierno para llegar a la Tierra Prometida, donde no solo recuperarán todo lo perdido, sino que recibirán nuevas mercedes. Y el grupo mayoritario es el de los movidos por la insolidaridad y un egoísmo individualista del "sálvese quien pueda". Es cierto que hay manifestaciones callejeras con pitadas y caceroladas; mareas con camisetas multicolores que a veces parecen desfiles festivos; cabreos generalizados; encierros no muy masivos en centros públicos; y ocupaciones de plazas y calles en numerosas ciudades. Mientras el nivel de contestación quede circunscrito a estos meros fuegos de artificio, las élites políticas y económicas no tienen miedo alguno. Y si algún movimiento de protesta irrumpe y se mantiene en el tiempo más de lo previsto, además de criminalizado desde el poder judicial, es brutalmente reprimido desde las fuerzas del orden público.

POR TODO LO EXPUESTO, deberíamos ser conscientes los trabajadores, palabra caída en desuso en las últimas décadas-muchos se autoproclamaban con gran gozo "clase media", que con ser gravísima la situación actual, lo peor está por llegar. Y que aquí nadie va salir indemne en esta guerra: trabajadores, pensionistas, autónomos, pequeños empresarios, parados, emigrantes, jóvenes, etc. El futuro será cada vez más negro porque la voracidad de las élites políticas y económicas es insaciable. Veámoslo. Existe un plan de demolición del Estado de bienestar: nos eliminan becas y aumentan tasas universitarias; nos imponen repagos y quitan servicios sanitarios; nos reducen prestaciones por desempleo; nos abandonan a personas dependientes. Nos aumentan los impuestos; nos desahucian de nuestras viviendas; nos roban los ahorros de toda la vida; nos incrementan los precios de artículos de primera necesidad como la luz, gas, gasolina; nos imponen una reforma laboral brutal que destroza los derechos sociolaborales retrotrayéndonos al siglo XIX.

¿Tienen bastante? No. Nuevos hachazos al ya exhausto Estado de bienestar se divisan en el horizonte. Para septiembre Rajoy ha prometido que tendrá lista la reforma de las pensiones, impuesta por la Troika y diseñada por un "Comité de Sabios", que serán cada vez más reducidas. A pesar de la brutalidad de la reforma laboral, todavía les parece insuficiente. Todas estas políticas, nos dicen, y muchos hasta se las creen, de corrección del déficit público, son para alcanzar la estabilidad presupuestaria, que posibilitará el crecimiento económico, y como corolario la creación de millones de trabajos. No sé cuántos puestos surgirán, mas si así fuera, serán en condiciones miserables, impuestas por reforma laboral para regocijo de la clase empresarial.

Mas nada ocurre de una manera fortuita. Las clases trabajadoras tras repudiar a los sindicatos después de 30 años de derrotas están profundamente debilitadas. El proyecto de las élites se dedica hoy a explotar esta debilidad para propiciar la confianza de los mercados financieros y ahondar aún más en un capitalismo, cada vez más cruel e inhumano. Lo que exige otra libra de carne de los que ya sufren. En definitiva, según Josep Fontana "El modelo construido en Europa tras siglo y medio de luchas sociales ha sido destruido. Ni siquiera el fascismo logró lo que ha conseguido el capitalismo".