La actividad creativa suele estar escasamente remunerada, pues nuestro sistema social prima sobre cualquier otro factor los resultados de inmediata aplicación práctica y los beneficios económicos tangibles, algo que rara vez coincide con la labor de los creadores, en especial cuando no se muestran demasiado dispuestos a acatar las leyes del mercado. El caso de los escritores es todavía más peculiar, ya que existe una marcada tendencia a contemplar el auge del prestigio del autor como una parte sustancial de su contraprestación.

A instancias de la Asociación Aragonesa de Escritores, presidida por Javier Fernández, ha tenido lugar un encuentro con Manuel Rico, al frente de la ACE, a lo largo del cual se pusieron de manifiesto algunas de las claves que rigen la situación de los escritores y la necesidad de unión para afrontar los desafíos de una problemática común. Sin duda alguna, el trabajo creativo responde a una vocación y como tal los condicionantes económicos nunca constituyen la máxima prioridad, pero también es evidente que sin un mínimo de ingresos resulta imposible en la práctica ejercer durante mucho tiempo cualquier profesión, aun a pesar de que casi todos los escritores compartan su tiempo con otra ocupación o dispongan de fuentes alternativas de ingresos. Resulta curioso a este respecto que editores, distribuidores, libreros y demás actores y profesionales relacionados con el libro consiguan sobrevivir merced a su actividad, mientras que ello resulta imposible para los autores, salvo rarísimas y transitorias excepciones. Manuel Rico subrayó asímismo la relación entre apoyo institucional y potestad de las entidades solicitantes, la cual, en definitiva, depende a su vez del número de asociados. En otras palabras, la unión hace la fuerza. H *Escritora